Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(IV) PARTE I: Contacto

AFUERAS DE QANDAHAR-Qandahar (Afganistán) 21.30 horas

Cuando todos salieron del vehículo del ejército, la oscuridad anegaba todo el paisaje. Además, un silencio abismal inundaba el desierto. Sólo se oía el fuerte viento de la noche, y algún que otro grillo escondido entre los pequeños matorrales. Los veinte soldados habían irrumpido en la noche, rompiendo la tranquilidad. Iban armados con sus M4 colgadas alrededor del torso, y sus pistolas guardadas en su funda. Además, llevaban equipadas unas botas altas, un chaleco antibalas del mimo color que el del traje y un casco verde oscuro que le cubría la parte alta del cráneo.

Estando en tierra, Lucas y Michael vieron como Orlando se acercaba a toda prisa hacia ellos. Orlando había estado en el otro coche, y quería saber qué había pasado exactamente y si ellos estaban bien.

-¿Qué pasó, chicos?-preguntó el mexicano.

-Encontraron un niño en medio de desierto en muy mal estado. Lo subieron al vehículo, pero falleció de una manera algo extraña.

-¿Extraña?

-Sí, empezó a tener convulsiones y a escupir sangre por la boca. En cuestión de segundos desde que empezó a tener esos síntomas falleció.

-Aún no se sabe de qué se trata, aunque el enfermero ha dicho con seguridad que no se puede tratar de un virus ni nada por el estilo. Cómo se equivoque estamos jodidos, ya te digo, ¡jodidos!-explicó Michael algo preocupado, algo realmente raro en él.

Les llegó la información de cuál iba a ser la táctica empleada para comenzar la misión. En principio, unos cinco soldados seleccionados a ojo se adentrarían en el pueblo, y preguntarían a las autoridades del lugar acerca de los supuestos que barajaban. El resto debían rodear el pueblo para estar atentos si había salida de algún civil justo en el momento cuando ellos se adentraran dentro del pueblo. La misión parecía sencilla, pera ya se sabe, las cosas se pueden complicar…
Ya llevaban unos veinte minutos desde que la comitiva de cinco soldados se adentró al pueblo. Lucas, que aún estaba algo preocupado, miraba el móvil cada minuto; pero la cobertura seguía sin venir. Había pasado casi un día desde que perdieron la cobertura, y nadie les había informado cuál era la razón de ello, pues si fuera algún fallo mecánico en cuestión de horas estaría solucionado, pero a ellos no había llegado ninguna información. Michael, Orlando y él estaban juntos en uno de los flancos del pueblo, y dialogaban casi en susurro, ya que podían llamar la atención con el silencio que había en el desierto. De repente, Michael que aunque era muy hablador, tenía la capacidad de estar a muchas cosas a la vez mientras dialogaba, y oyó un ruido detrás. Miró hacia el sitio de donde venía el ruido, y pudo ver, por poco alumbrado que estuviera el desierto por la luz de la luna, una serie de personas que corrían despavoridas, perdiéndose en la lejanía y en la oscuridad. Michael, sin pensarlo, agarró la M4 con las dos manos, y sigilosamente fue corriendo hacia el lugar. Lucas y Orlando, que lo vieron correr, le siguieron, intentando pararle con palabras. Lucas no vía casi nada, y temía perder de vista a su amigo, al cual seguía justo detrás, a unos seis metros de distancia. De improvisto, rompiendo el tenso silencio de la noche...

“Clic”.

Fue cuestión de segundos que llegase ése sonido a sus oídos, fue recibido por las neuronas, que llevaron el sonido a una velocidad incansable por los axones, vía anterógrada hacia el encéfalo. Ahí tradujo el cerebro que había sido un sonido de baja frecuencia, y Lucas lo reconoció como un “clic”. Sus oídos se taponaron, y se hizo de nuevo el silencio. Su cerebro estaba procesando qué era ése “clic”, pero su mente, como una enciclopedia, le daba un listado de unos mil resultados posibles de qué podía ser. En la vida cotidiana se oyen clics continuamente: cuando pulsamos un bolígrafo, cuando salta el temporizador del microondas al calentar un café, cuando cierras un bote o cuando lo abres; pero no podía ser eso, más bien porque eran casi las diez de la noche y estaban perdidos en medio del desierto, en Afganistán, un país azotado por la guerra, y precisamente, ellos estaban allí por ello. De manera automática, su cerebro descartó unas novecientas posibles respuestas, y aparecieron nuevos resultados: cuando se quita el seguro a un arma, cuando se quita la anilla de una granada, cuando se pisa una mina… En ese momento, como si hubiera ganado un concurso y una música resonara declarando su victoria, seleccionó esa última opción. Un escalofrío recorrió su cuerpo y volvió a la realidad.

-¡Lucas, para, para...!-gritaba Michael que estaba parado en seco a unos cinco metros de él.
Lucas continuaba andando, aún sabiendo que lo que había sonado no desembocaba en nada bueno. Orlando, a diferencia, había parado hace tiempo, a unos diez metros del soldado de color.

-¡PARA, PARA, GILIPOLLAS!-gritó de nuevo Michael a Lucas, aunque el primero le daba la espalda.

Lucas por fin reaccionó y paró en seco a unos cuatro metros y medio del soldado de color. Apenas se movió, y un escalofrió recorrió su espalda, obligándole a temblar de manera involuntaria.

-¡Estoy jodido, hostia puta!-gritó Michael, que aguantaba en la misma posición, a pesar de estar temblando y sudando. En situaciones como aquella, las piernas se convierten en músculo sin hueso que hace de armazón, y se tambalean como si fueran chicle.

-Michael, cálmate, todo saldrá bien. Intenta no moverte lo más mínimo-le dijo Lucas, con tono tranquilizador. ¡Orlando, corre a pedir ayuda! Y ten mucho cuidado, vuelve por exactamente los mismos pasos por los que has llegado hasta aquí-tras eso, el mexicano corrió despavorido a pedir ayuda.

-Joder, tío, sabes que es muy difícil-le dijo riéndose, y mientras tanto, las gotas de sudor se deslizaban por su cara como una cascada.

-Lo sé, negro, pero tú tienes el valor suficiente para pasar esto y más, ¿de acuerdo?
Lucas vio cómo su compañero había asentido, pero su cuerpo seguía tambaleándose del horror por tener bajo la suela de su bota un detonador que lo podía hacer pedazos en cuestión de milésimas de segundos. Pasaron cinco minutos hasta que Orlando llegó junto con otros dos soldados especializados en desactivar bombas. Cada uno llevaba un ordenador, y las pantallas luminosas iluminaban parte del lugar. Lucas quiso echar de nuevo mano a su teléfono móvil, para poder ver si podía hablar con su mujer de nuevo. Por cosas como estas deseaba despedirse siempre de su mujer antes de ponerse a trabajar; pero esta vez no había podido. Desde la distancia a la que estaba de la mina, la onda expansiva llegaría con casi toda la fuerza de la explosión inicial, con lo cual moriría en el acto con un 99% de probabilidades. Pero es que además, la onda expansiva activaría los demás dispositivos que sembraban el desierto, con lo cual la onda expansiva se multiplicaría por x, siendo x el número de minas que hubiera. Estaban en verdaderos apuros, y estaban contra reloj. Los soldados estaban trabajando a toda prisa. Tenían un programa del ejército que rastreaba con ondas objetos extraños enterrados bajo tierra.

-¡Joder!, ¿cómo va eso?-gritó Lucas, mirando hacia los operarios. Uno de ellos levantó la mano diciéndole que esperase.

En ese transcurso de tiempo, un disparó de rifle retumbó en el desierto. Lucas oyó un grito de verdadero dolor justo detrás suya. Cuando se giró, vio la dantesca imagen de su amigo Michael, con una rodilla clavada en el suelo, cuya pierna estaba agujereada por un balazo de rifle. Sólo se oía el eco del disparo que se perdía en la oscuridad y los sollozos de su compañero, que aguantaba la posición, a pesar del dolor que portaba.

-Lucas…-dijo con la cabeza baja, llorando-. Toma…-se arrancó una cadena del cuello, y la lanzó casi a los pies de Lucas. Lucas la recogió y pudo ver que era una cadena con un pergamino con la foto de Michael y Layla. Noto cómo todo su cuerpo perdía fuerzas-. Dile a Layla que la quiero, y que los estaré cuidando siempre-Michael tosió. Después dirigió su mano derecha a la pistola. La desenfundó y llevó el cañón a la altura de la barbilla.

-¡No! ¡Michael aguanta, por favor! ¿Qué pasa detrás, joder? ¡Daos prisa tenemos un soldado herido! Orlando, ¿ves algo?-le preguntó Lucas al soldado mexicano, que apuntaba con su rifle hacia todos lados, sin ver nada.

-¡Nada!

“Vamos, vamos…”, susurraba Lucas, mirando a Michael, que sujetaba el cañón sobre su barbilla.

-¡No lo hagas!

-Oh, vamos, Lucas, sabes que estoy muy jodido. Lo que debes hacer es irte tú joder, no quiero que éstos cabrones se cobren más vidas aparte de la mía.

-No lo haré.

-¡Vamos, cabrón, no sé cuánto tiempo aguantaré!

De repente otro disparo sonó desde algún lugar. Lucas agarró su rifle y se agachó. La bala había interceptado en el hombro de la mano derecha de Michael, y por ello, la pistola había salido disparada unos centímetros. El soldado gritaba del dolor, mientras la sangre salía a borbotones del hombro derecho.

-Lucas, vete por favor…-dijo con mucha debilidad. A pesar de ello, la pierna que pisaba el detonador no se había movido nada en todo ese tiempo-. Quiero que le entregues la cadena a Layla, por favor, es mi último deseo. Y otra cosa…-dijo Michael de espaldas a Lucas-, gracias por todo, amigo… ¡VETE!

Lucas cerró el puño con la cadena, posteriormente se la guardó en su bolsillo y echó un último vistazo a su amigo, que estaba medio arrodillado en la arena del desierto. Esa era la despedida, una triste despedida… Empezó a correr hacia la luz de los ordenadores portátiles de los operarios, cuando sonó otro disparo. La bala había impactado sobre la pierna derecha del Michael, la que pisaba el detonador. Lucas saltó todo lo que pudo y dio vueltas en el suelo, pues esperaba que hubiese una gran explosión; pero no ocurrió nada de eso. ¡Los operarios habían desactivado las minas!

Cuando Lucas pudo mirar hacía donde estaba su amigo, pudo ver, con la poca iluminación que otorgaba la luna, que estaba arrastrándose por la arena, luchando por vivir. Su cara, empapada del sudor y las lágrimas, demostraba dolor, mucho dolor, aunque no lo dijera, pues no tuviera fuerzas para ello. Lucas se incorporó lo más rápido que pudo y fue corriendo hacia su amigo. Se encontraba muchos obstáculos por el camino: las arenas del desierto, Orlando que le pedía que parase, sus propios pensamientos, su mujer… Pero debía seguir adelante, debía salvar a Michael. Cuando ya estaba a unos diez pasos, se lanzó en plancha para llegar tumbado hasta su amigo. Se impulsó un poco más y agarró la mano del soldado con la suya; después se ayudaría con la otra para ir acercándolo hacia él; pero todos sus esfuerzos fueron en vano. De repente, un cuarto disparo sonó. Lucas oyó el impacto tan próximo que creyó que le habían alcanzado, pero cuando subió la vista vio que Michael yacía muerto en la arena, con un impacto en la cabeza. A pesar de la oscuridad, gracias a lo cerca que estaba pudo ver con claridad el agujero del impacto de la bala en occipital del cráneo. Lucas, impotente, agarró por última vez la mano de su amigo con fuerza y se incorporó tan raudo como pudo. Agarrando la M16 con las dos manos empezó a disparar hacia todos los lados, gritando. Un nuevo impacto de un rifle llegó a escasos centímetros de su pie. Por ello, freno su rabia y empezó a correr, alejándose del lugar. Fue zigzagueando por el ancho desierto; mientras tanto, el francotirador disparaba al soldado, sin dar en el blanco, aunque muchos disparos quedaban bastante cercanos a su objetivo. Todos los soldados estaban ciegos en ese momento, y estaban siendo atacados por un francotirador que los tenía a todos a la vista. Estaban en clara desventaja, y para evitar más bajas, los soldados se habían ya montado en el vehículo. Orlando estaba esperando a su amigo, y mientras buscaba por la montaña algún lugar donde estuviera el enemigo. Lucas continuó zigzagueando hasta que se acercó a su amigo el mexicano.

-¡Vamos, vamos, vamos!-le ordenó Lucas para que corriera hacia el vehículo.

Los disparos cesaron, pero ellos no pararon de correr hasta montar en la cabina trasera del coche número 1. Tan rápido como subieron, el vehículo se puso en funcionamiento, y a unos cien kilómetros por hora, abandonó el área de peligro.

Continúa...

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/