Como un monstruo las puertas metálicas se abrieron a los lados, dejando pasar un haz de luz que cegó por un momento al soldado. Después, sería engullido por la bestia hambrienta. Pasados unos minutos la puerta cerró tras de sí, simplemente por seguridad. Ante sí tenía un largo pasillo iluminado con luces blancas destellantes. Siguió hacia delante. Estaba solo, aunque nunca había estado allí, con lo cual no sabía si era normal o no que hubiera gente en ese enorme pasillo. Cualquier soldado podía pasar a ese lugar, aunque no era importante en realidad. Allí estaban los superiores y los ingenieros que controlaban cámaras y armamento electrónico del centro. Continuó caminando por el pasillo blanco. Según se iba acercando al final del pasillo vio dos carteles pegados unos dos metros del suelo, en la pared. En el de la izquierda ponía CENTRO DE MANDOS y a la derecha ponía LABORATORIO. Unas voces salían del laboratorio. Las voces eran de dos hombres que discutían, que gritaban. Cuando llegó al lado de la puerta tuvo increíbles ganas de ponerse a escuchar detrás de la misma, pero su interior lo paró, y se dirigió al Centro de Mandos. Cuando ya tenía la mano en el pomo, una voz familiar le legó desde atrás, desde el laboratorio. ¡Era Hopkins! El teniente estaba gritando furioso; incluso daba golpes. Inmediatamente, Lucas se volvió, y se acercó a la puerta del laboratorio. Era una puerta de madera, de escaso grosor, y por ello, las voces se escuchaban perfectamente desde afuera. Acercó un poco más la cara hasta pegar el oído contra la puerta; ante sí se abrió un nuevo mundo.
-¡Maldita sea, Marcus!-bramó Hopkins.
-¡Cálmese!-decía el doctor Petroff con voz temblorosa.
-¿Cómo pretende que explique las muertes? ¡Quiero respuestas ya, joder!-y golpeó algo de madera.
“¿MUERTES?”, resonó la voz en la cabeza de Lucas. Hasta ese día solamente conocía la muerte de su amigo con lo cual sería “muerte”. Siguió escuchando, pensando que se podía haber equivocado.
-Tres muertos y dos graves. ¿Cómo es posible, doctor?
-Según lo que contó el soldado Sánchez, los tres muertos han presentado más o menos los mismos síntomas. Los análisis de sangre no han dado resultado de ninguna sustancia extraña, nada que pudiera ser causa de la muerte. Ahora se están esperando los resultados del análisis del líquido cefalorraquídeo; pero nos descartamos que el agente etiológico sea un…
Lucas sintió un frío tremendo que le recorría todo el cuerpo. Había dejado de escuchar de golpe, cuando sintió el cañón de un arma en la espalda. Estaba paralizado.
-Date la vuelta-le ordenó una voz detrás-. Pon las manos en la nuca.
Lucas se giró y pudo ver como un soldado le estaba apuntando con su M4 al pecho. Era un soldado joven, de unos diecinueve años aproximadamente, recién alistado, pues su mano temblaba. No sabía realmente cuál era la razón por la que estaba siendo apuntado con un arma; pero lógicamente, algo mal debía de haber hecho. ¡Claro! Su subconsciente le regañó de golpe por haber estado espiando.
-¡Cálmate!-le dijo Lucas, con tono tranquilizador. Estaba desarmado, con las manos en la nuca, mirando fijamente la boca del fusil, y temiendo que los nervios le llevaran al chaval a pulsar el gatillo. Todo acabaría.
-¡Vamos!-le ordenó el chaval, indicándole que caminase delante de él.
Lucas debía actuar. Todo era un malentendido; pero sería inútil explicarlo al manojo de nervios que tenía apuntándolo. Debía actuar. Actuar… ¡Actuar! La puerta se abrió detrás de Lucas. Una figura alta salió del laboratorio.
-¡Baje el arma, soldado!-ordenó con seriedad el teniente.
Lucas se volteó y pudo ver entre la enorme silueta algo del interior del laboratorio. Mesas, microscopios, matraces, líquidos de colores, y un hombre con bata. Era Petroff que miraba hacia la puerta. De repente dejó de ver dentro del laboratorio. Estaba ante el teniente, que había calmado al joven soldado con mandatos.
-¡Retírese!-le dijo con tono agresivo.
-Puff… Ha estado cerca-suspiró Lucas.
-¿Qué hace aquí soldado?
-Le estaba buscando, señor. Necesito hablar con usted urgentemente.
La mirada del teniente estaba clavada en el soldado. Algo estaba pensando.
-¿Tan importante es?
-Créame que lo es, señor.
Continúa...
-¡Maldita sea, Marcus!-bramó Hopkins.
-¡Cálmese!-decía el doctor Petroff con voz temblorosa.
-¿Cómo pretende que explique las muertes? ¡Quiero respuestas ya, joder!-y golpeó algo de madera.
“¿MUERTES?”, resonó la voz en la cabeza de Lucas. Hasta ese día solamente conocía la muerte de su amigo con lo cual sería “muerte”. Siguió escuchando, pensando que se podía haber equivocado.
-Tres muertos y dos graves. ¿Cómo es posible, doctor?
-Según lo que contó el soldado Sánchez, los tres muertos han presentado más o menos los mismos síntomas. Los análisis de sangre no han dado resultado de ninguna sustancia extraña, nada que pudiera ser causa de la muerte. Ahora se están esperando los resultados del análisis del líquido cefalorraquídeo; pero nos descartamos que el agente etiológico sea un…
Lucas sintió un frío tremendo que le recorría todo el cuerpo. Había dejado de escuchar de golpe, cuando sintió el cañón de un arma en la espalda. Estaba paralizado.
-Date la vuelta-le ordenó una voz detrás-. Pon las manos en la nuca.
Lucas se giró y pudo ver como un soldado le estaba apuntando con su M4 al pecho. Era un soldado joven, de unos diecinueve años aproximadamente, recién alistado, pues su mano temblaba. No sabía realmente cuál era la razón por la que estaba siendo apuntado con un arma; pero lógicamente, algo mal debía de haber hecho. ¡Claro! Su subconsciente le regañó de golpe por haber estado espiando.
-¡Cálmate!-le dijo Lucas, con tono tranquilizador. Estaba desarmado, con las manos en la nuca, mirando fijamente la boca del fusil, y temiendo que los nervios le llevaran al chaval a pulsar el gatillo. Todo acabaría.
-¡Vamos!-le ordenó el chaval, indicándole que caminase delante de él.
Lucas debía actuar. Todo era un malentendido; pero sería inútil explicarlo al manojo de nervios que tenía apuntándolo. Debía actuar. Actuar… ¡Actuar! La puerta se abrió detrás de Lucas. Una figura alta salió del laboratorio.
-¡Baje el arma, soldado!-ordenó con seriedad el teniente.
Lucas se volteó y pudo ver entre la enorme silueta algo del interior del laboratorio. Mesas, microscopios, matraces, líquidos de colores, y un hombre con bata. Era Petroff que miraba hacia la puerta. De repente dejó de ver dentro del laboratorio. Estaba ante el teniente, que había calmado al joven soldado con mandatos.
-¡Retírese!-le dijo con tono agresivo.
-Puff… Ha estado cerca-suspiró Lucas.
-¿Qué hace aquí soldado?
-Le estaba buscando, señor. Necesito hablar con usted urgentemente.
La mirada del teniente estaba clavada en el soldado. Algo estaba pensando.
-¿Tan importante es?
-Créame que lo es, señor.
Continúa...
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