Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XI) PARTE I: Contacto

SALA DE REUNIONES-Centro Militar Estratégico. Kabul (Afganistán). 02.15 horas

Hopkins servía una taza de café a Lucas, que estaba de nuevo sentado en la Sala de Reuniones. Después, él se sirvió otra. Se sentaron uno frente a otro y dialogaron:

-Y bien, ¿cuénteme?-preguntó el teniente mientras sorbía un poco de café.

-Es sobre la misión. Cuando estábamos sitiados en las afueras de Qandahar mi compañero se comportó de una manera fuera de lo normal. Mientras esperábamos, llegó un momento en el que desapareció de nuestro lado, y armado con su M4 se adentró en la oscuridad del desierto. Justo cuando me di la vuelta, pude ver algo en la lejanía, una silueta que se movía por la oscuridad. Según me iba acercando la luz de la luna me dejó ver en detalle. Era una persona, y corría fuera de control. Se alejó. Luego…, ya lo sabe-calló, pensativo. Las imágenes se le venían de nuevo a la mente.

-Es un dato muy aclarador. ¿De dónde venía el sujeto?

-No lo sé. Parecía venir desde mi izquierda, y creo que en esa posición está la montaña de Qandahar.

El teniente entrecerró los ojos, ensimismado. Sorbió otro poco de café y se dispuso a hablar:

-Bien. Lo que intenta decirme es que tal vez lo que estamos buscando está en las montañas.

-Correcto. Además, los disparos que cayeron sobre nosotros venían desde allí, estoy seguro de ello-completó Lucas, agitado. Bebió café y esperó a que el teniente le dijera algo.

El silencio entró en la sala. Hopkins se notaba muy cansado, le dolía el cuello debido a la tensión que tenía acumulada. Estaba siendo un día muy largo para él, y en esos momentos parecía que iba alargarse indefinidamente.

-No podemos dar pasos en falso. Tiene que estar realmente seguro de lo que está diciendo. Esto puede conllevar a un enfrentamiento en toda regla entre los talibanes y el ejército.

-Estoy muy seguro. Lo he pensado, he recapacitado mucho tiempo, y estoy seguro de lo que vi. El soldado Orlando estaba presente, aunque no sé si vio algo. De todas formas le podríamos llamar.

-No. Prefiero mantener esto en secreto-dijo el teniente cruzando los dedos de las manos.

-¿En secreto?-preguntó Lucas, exaltado. De repente recordó la conversación del laboratorio. Se dispuso a atacar-. Creo que todos estamos en la misma balsa, navegando en contra de las tempestades, señor, y los secretos no son nada buenos. Llevan muchos problemas, y sé que usted y los científicos, y no sé quien más están escondiendo algo gordo.

-¿Cómo se atreve?-le preguntó el teniente, enfurecido.

-Escuché su conversación con el doctor en el laboratorio. Fue casualidad, no piense que le estaba espiando ni mucho menos-se sintió mal, pues algo de mentira tenía eso-. Máteme, écheme; pero mi boca no se cerrará si no cuenta toda la verdad.
Lucas estaba sorprendido de sí mismo. Notaba como su estómago estaba dando vueltas como por una montaña rusa. Estaba mareándose. El ego se transformó en escalofríos. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba nada bien, y llevaba nefastas consecuencias.

-Está bien…-el estómago de Lucas aterrizó; su cabeza se estabilizó. El teniente había accedido a contarle lo que no sabían.

-Espere, señor. Tengo una oferta que hacerle antes de nada: me comprometo a ir yo mismo, junto con otros soldados a solucionar este maldito tema.

-Muy bien, si es su deseo, le mandaré mis mejores hombres.

-No, yo sé quiénes son los mejores hombres para esto, yo los traeré. Por ello, le pido que me disculpe unos minutos, que voy a avisarles para que vengan, ya que tanto yo como ellos tenemos el derecho de saber lo que nos va a contar.

El teniente asintió. Lucas se levantó, y con un saludo abandonó la sala. No sabía si estaba haciendo lo correcto, si debía actuar o no; tal vez debería quedarse en la cama a descansar, pues estaba muy cansado. A pesar de ello, seguía adelante por el pasillo, rumbo de un futuro incierto.


Pasaron unos quince minutos hasta que Lucas y los demás se reunieron en el pasillo. Lucas les informó muy rápidamente que estaban intentando esclarecer lo que había ocurrido a Michael y los cabos sueltos de la misión inicial. Lucas los conocía muy bien a todos, y aunque tenía un mejor entendimiento con unos que con otros, sabía que podía contar con ellos. Estaban aún prácticamente dormidos, y por eso, Carlos, frotándose las legañas, dijo:

-Bueno, bueno. Para el carro, Lucas. Yo necesito un café para subir el ánimo.
-Tranquilo, lo tenemos todo-le dijo, riendo. Después se puso a andar en rumbo a la Sala de Reuniones.

Todos le siguieron


De nuevo en la Sala de Reuniones, todos ocuparon sus asientos. Aparte de las nuevas caras en la sala, estaban tres personas de bata blanca. Una de ellos era Petroff, otra era Rick Salazar, que habló en la primera reunión que tuvieron, y otra era una mujer rubia, con gafas y semblante serio. Rick Salazar era un Fisiólogo que había recibido varias condecoraciones por su arduo trabajo en el ámbito de la Medicina. Era de unos treinta y cinco años, con el pelo largo, hasta los hombros, negro, y una perilla negra que le rodeaba la boca. La mujer era Samantha O´donell, una inmunóloga, que estudió Biología en la prestigiosa Universidad de Cambridge. Era mucho más joven que los otros dos científicos, aunque la bata blanca sumaba más años de los que se tenían, además de dar sensación de superioridad. Fue una erudita en sus años de estudio y en la actualidad lo seguía demostrando, pues había sido seleccionada junto con otros científicos de mayor renombre. Era especialista en la respuesta inmune del organismo humano ante los virus, parásitos intracelulares obligados. Sus gafas de pasta gorda, roja, ocultaban unos ojos verdes, muy luminosos. Era de tez blanca, muy pálida.

Además, al lado izquierdo del teniente estaba un joven soldado pelirrojo, que tenía ante sí un ordenador portátil. Era bastante delgado, lo cual daba a entender que aunque fuera soldado apenas estaría formado en el arte de la guerra. Parecía ser un ingeniero de los tantos que el ejército contrata para fabricar sus armas o toda su tecnología de inteligencia artificial.

-Hola a todos-empezó Hopkins-. Los científicos nos van a acompañar en la reunión, al igual que el soldado Steve Donald, ingeniero informático.

Lucas por un momento creyó que el teniente Hopkins había traído a esos sujetos para defenderse de los que él había traído; pero al instante se le fue ese pensamiento cruel, y dejó de pensar en engaños. Asintió y esperó que Hopkins hablara.

-Tenemos nuevos adelantos acerca de la misión por la cual ayer fueron llamados a compadecer ante esta sala. Antes de nada, quiero que sepan que están aquí para formar parte de una misión de alto secreto, con lo cual, quien no esté dispuesto a embarcarse en la misma que abandone la sala inmediatamente-se hizo el silencio. Lucas miró a los lados a sus amigos, después se sintió orgulloso-. Nada de lo que esta noche se hable en esta sala no podrá sobrepasar las cuatro paredes, ¿queda claro?-algunos asintieron-. En la reunión de ayer quedaron algunas cosas por contar; pero vimos recomendable que no se les debía de comunicar, aunque ahora es el momento. El doctor Bujhadi estaba trabajando para unos laboratorios clandestinos, denominados Crystal Labs. No hemos podido saber ni sobre qué ni dónde. Hemos estado estudiando el caso detenidamente y hay muchos interrogantes, los cuales espero que esta noche queden descubiertos. Empecemos: Bujhadi estaba trabajando en unos laboratorios de este país, casi seguro al 99%. Por lo visto, Bujhadi huyó sin avisar, y todo aquel que huye de un proyecto terrorista debe ser aniquilado. Incluso su familia, mujer e hijos han sido asesinados. Se desconoce quién pero tenemos ciertas sospechas de que pueden ser Al-Qaeda, debido a que se ha relacionado a Osama Bin Laden con la posibilidad de un ataque bioterrorista que se estaría gestando en estas tierras; y el señor Bujhadi estaba metido en el ajo. Un dato importante es la posible vinculación de Qandahar con los terroristas, ya sea por la cercanía o por la entrada de militares en el pueblo que se han visto. Según comentan fuentes del Pentágono, los militares que entraron en el poblado nunca salieron del mismo.

-¿Cómo que nunca salieron del mismo?-preguntó Carlos.

-Sí, tras días observando con satélites, nunca se vio salir de Qandahar a los soldados que entraron.

-Tal vez salieran camuflados como civiles-saltó Chuck.

-Podría pensarse eso, pero más bien es un pensamiento prehistórico, soldado-dijo Hopkins, que notó cómo Chuck cerraba los puños enfadado-. El ejército cuenta con la última tecnología, y gracias a nuestros satélites podemos ver hasta los pelos de su nariz. Por lo tanto queda descartada la posibilidad de que salieran camuflados. Miren la pantalla del ordenador… Steve, por favor-le indicó el teniente que girara el ordenador hacia los soldados. Se veía una fotografía de Afganistán hecha desde satélite. El joven soldado pulsó una tecla tres veces y se puso ante ellos la imagen de Qandahar. Es la segunda ciudad de Afganistán y principal centro de comercio, especialmente para productos agrícolas. Posee un aeropuerto internacional y una extensa red vial. También está comunicada por vía terrestre con Quetta en Pakistán. Siguieron acercando más y pudieron ver la figura de un camión enfrente de una mezquita. Cerca del mismo unos puntos negros. Siguieron acercando más y el camión creció de tamaño exponencialmente, y los puntos negros de antes se habían transformado en personas. En militares-. Es ahí donde se pierde el rastro de los militares. Como verán a continuación-y Steve pasó a una imagen más cercana de los soldados-, los militares están introduciendo mercancías en la mezquita. No se ve ningún logo ni nada, seguramente, fueron previsores y tuvieron en cuenta que siempre se les vigila-se vio cara de indignación en el teniente.

-¿Y de dónde venían con la mercancía?-preguntó Lucas.

-Desde Kabul. Un vuelo de origen aún desconocido trajo las mercancías. Las cargaron allí y marcharon hasta Qandahar-ratificó Hopkins-. Tenemos varios hombres investigando, pronto tendremos noticias.

-Es decir-empezó Lucas-, la entrada al laboratorio si existiera estaría en la mezquita-vio como Hopkins y los demás asentían-. Pero entonces, ¿qué relación tiene eso con el ataque que sufrimos hace unas horas?

-Según los datos, podemos suponer que los disparos procedían no de la ciudad, sino de las proximidades. No aseguramos la localización; pero aseguramos que tienen que estar enlazados los sucesos.

-Por lo tanto, resumiendo, tenemos unos terroristas no se sabe dónde, que están haciendo no se sabe qué y que nos están matando como si fuera un juego-expuso Shu, decepcionada con todo.

-No hay que ser tan catastrófica, soldado. Si es verdad que no se está avanzando mucho; pero para eso estamos aquí.

-Son exactamente las mismas palabras que dijo antes de que partieran para la misión. ¿A qué precio nos estamos arriesgando?-discutió Shu, enojada.

-Entiendo que estén dolidos ante la pérdida de su amigo; pero tenemos una misión que…

-¿A qué precio, señor?-insistió Shu, más enojada por momentos. Notó la mano de Lucas que le tocaba el brazo para tranquilizarla.

-Al que haga falta-lanzó el teniente Hopkins. Relámpagos centelleaban en sus ojos.

La sala quedó en silencio. Hopkins sabía que no debía haber dicho eso, pero la presión lo pudo. Debía subsanar su error:

-Al que haga falta…, con tal de erradicar a los terroristas. Todos sabemos que cuando nos alistamos en el ejército el propósito es la paz. Esto es paz, por si aún no lo han entendido.

-Nosotros somos el último paso en la paz, solamente cuando las cosas no se pueden solucionar por otras vías pacíficas-aclaró Lucas. Intentó serenar el ambiente. Parecía haberlo conseguido.

-No teman por lo que ahora entra en juego. Está controlado-relató Hopkins algo más calmado-. Cuatro soldados han muerto en nuestras dependencias-miró a los soldados que tenía enfrente. Estaban impresionados. Los ojos fuera de sus órbitas, excepto Lucas. Él lo sabía.

-¿Cómo es posible?-cuestionó Orlando.

-Es algún tipo de agente microscópico de origen desconocido-contestó Petroff. Todas las miradas lo señalaron-. Por lo visto el niño que encontraron en el camino portaba algún tipo de agente contagioso. Se ha descartado la posibilidad de que el contagio sea aéreo, aunque no se descarta por posibles variaciones del agente. La doctora O´donell les comentará algo acerca de sus estudios.

-Buenas noches-dijo cordialmente la inmunóloga-. Los pacientes llegaron del exterior con la queja de un fuerte dolor punzante en la cabeza. En los siguientes minutos empezaron a perder color, y la debilidad se apoderó de todos los músculos de su cuerpo. Como saben, en el ambiente, existen millones de partículas y microorganismos que pueden alterar la salud y causar lo que llamamos enfermedad. E incluso en nuestro organismo estamos colaborando junto con otros microorganismos para poder vivir en condiciones saludables. En ocasiones, por ejemplo, cuando nuestras defensas biológicas, o el sistema inmune, están alterados por diversas causas, podemos sufrir el ataque de nuestros “vecinos” microscópicos. Quería introducirles para que comprendan lo que viene ahora. En estos sujetos enfermos, se pudo constatar que su sistema inmune estaba alterado. En los primeros estadios de la enfermedad, el sistema inmune estaba muy reforzado, tanto que en poco tiempo el dolor punzante estaba extinguido. Pero se estaba enmascarando la “invasión”-la palabra arrasó la sala-. El sistema inmune estaba intentando establecer un bienestar en el individuo, y lo había conseg uido, pero a un precio caro. Segundos estadios llevaron al paciente a perder por completo su sistema inmune dejándolo desprovisto de defensas contra los habitantes microscópicos. Eran “niños burbuja”. Pero a pesar de lo que pensábamos, aguantaron con vida. Los estudios microbiológicos detectaron en uno de los individuos, un enfermero, creo recordar que era, hasta veinte infecciones, muchas oportunistas. No murieron. Una persona así muere en cuestión de minutos por sepsis. Podían prescindir del sistema inmune. Debían ser contagiados por miles de microbios para así enmascarar el verdadero “depredador”. La enfermedad prosiguió, el individuo empeoró, y falleció, no por las infecciones, sino por otra razón.

-¿Otra razón?-quiso saber Lucas.

-Otro microbio, un virus…, no lo sabemos-contestó Petroff.

-El niño llevaría horas perdido, andando o corriendo-comentó el doctor Salazar-. Seguramente estaría deshidratado. Y en cambió aguantó con vida. Los enfermos a pesar de las alteraciones inmunológicas, estaban sufriendo daños irreparables en órganos vitales como el hígado, de ahí su color amarillento por la ictericia, y los riñones, ya que a pesar de la sonda, no orinaban. Seguido de hipotermia generalizada. Además, el corazón estaba con una frecuencia muy baja de latido, la cual hacía que éste órgano de vital importancia enviara menos cantidad de sangre a otras zonas, lo cual explica casi el coma de los enfermos en estado avanzado de la enfermedad. A pesar de todo ello, no morían por eso.

-¿Qué les mataba entonces?-quiso averiguar Chuck.

En ese momento, las puertas de la sala se abrieron. Un hombre con bata entró en la sala y se dirigió rápidamente a los científicos. Cargaba unas hojas grapadas en la mano. Parecía tenso, aunque sería por los nervios. Sin decir nada, desapareció. Los tres científicos se agolparon sobre las hojas de papel. Hubo silencio. Susurraron algo entre ellos y Petroff se decidió a contestar:

-Una destrucción del cerebro. Eso los mataba.

Todos intentaban digerir qué estaba pasando. Los científicos estaban enaltecidos, no daban crédito de los resultados que estaban leyendo en el papel. Menos aún daba crédito el teniente Hopkins, que se notaba como azotado por un tsunami. El tsunami lo había arrastrado, lo había golpeado con farolas, esquinas, rocas. Tendría que dolerle todo el cuerpo; pero no, le dolía la cabeza, le estallaba. Estaban jodidos, no sabían nada, y encima les estaban destrozando los sesos.

-Los datos denotan que las neuronas están siendo degradadas literalmente. En el análisis de líquido cefalorraquídeo se han detectado muchos productos de síntesis química por las neuronas, y en la normalidad no están presentes en una concentración tan… descomunal-sentenció Marcus Petroff-. Además, se han detectado concentraciones de endorfinas enormes, lo cual puede indicarnos, que los enfermos no sufran en absoluto durante los estadios avanzados de la enfermedad.

Hopkins intentó volver al mundo. Intentó levantarse da la sacudida del tsunami y agarró fuerzas de donde no las tenía para dar soluciones rápido.

-Señores, estamos en un aprieto. En cuanto acabe esta reunión avisaré a la OTAN y les comentaré lo sucedido. Por el momento no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Bajo mi mandato, idearemos una misión para esclarecer que está pasando-se levantó, puso las manos detrás, a la altura de la cintura y empezó a andar-. Debemos ir a Qandahar. Debemos adentrarnos en sus malditos quehaceres. Es la hora, sí, es la hora. Los aquí presentes han aceptado escuchar, y han aceptado actuar. Por ello, emprenderemos una misión hacia lo más profundo de esa organización que nos quiere destruir. Sabemos con fiabilidad que en la mezquita está la entrada hacia algún lugar. Es el inicio. Lo siguiente es poder sacar toda la información que se pueda, referente a la banda terrorista, a los experimentos, a los laboratorios; todo, joder, todo.

-Muy bien, ¿y si las autoridades se oponen?-preguntó Lucas.

-Entonces les entregarán este permiso de registro-Hopkins lo arrastró por la mesa hasta Lucas. El joven soldado echó un vistazo rápido por encima. Entendió lo que ponía, sabía que eso valía-. Se les proporcionará una URO MT-149-AT para desplazarse. Podrán coger las armas que vean necesarias, así como la vestimenta con la que se sientan más a gusto. Irán con Steve, el cual deberá absorber toda la información necesaria en su ordenador. Será como un vampiro informático que chupará la información a los ordenadores del enemigo. El señor Molina-Carlos alzó la cabeza-, se ocupará de hacer volar todo. Todo aquello que sea de los terroristas. Han de ser erradicados.

-¡Puede afectar a civiles!-gritó Shu.

-Correremos el riesgo-sentenció Hopkins.

-Sí, señor-dijo Carlos. Era especialista en explosivos, tanto en su desactivación como en su activación y colocación estratégica.

Shu miró a Carlos. Éste aguantó el tipo y no la respondió con su mirada. Lucas la miró y le dijo:

-Shu, nos hemos comprometido a solucionar esto. Lógicamente no haremos daño a nadie, sabes que no estamos aquí para atentar contra la integridad de los civiles. Castigaremos a los que están haciendo las cosas mal.

Shu asintió, aunque aún no estaba muy conforme.

-No deben esperar más tiempo-les recordó el teniente-. Son las 02.40 horas-dijo al mirar su reloj-. A las 03.00 horas les espero en el campo de tiro. Adiós.

El teniente desapareció el primero. Después no hubo orden en la salida. Parecía que todos estaban deseando huir de ese lugar, llegar a su habitación, lanzarse en plancha hasta la cama y no despertarse nunca; pero eso no podía ser, ahora imperaba un mandato por encima de cualquier siesta. Cuando ya estaban en los pasillos los científicos se perdieron en la lejanía. En cambio, Steve se quedó y les saludó uno por uno. Se presentaron e intercambiaron alguna que otra risa.

-¿Con qué le cargaremos a este novato?-dijo Carlos a los demás, asestándole un pequeño golpe al joven ingeniero en el hombro derecho.

-Le cargaremos una Glock 18c, una pistola automática de 9mm y poco más de medio kilo de peso (pequeña y compacta), es muy usada en cuerpos de élite y policiales por sus características y fiabilidad. Este modelo concretamente es capaz de disparar en ráfaga hasta vaciar el cargador completamente. Sus cargadores estándar tienen una capacidad de 18 balas y tiene un retroceso bastante ligero. Hecho para principiantes-explicó Chuck, que era un experto en armas.

-Bueno, yo he aprendido a disparar en la escuela-dijo Steve intentando aparentar lo que no era.

-No, amigo, no. Sólo sabes lo que es disparar a un muñeco de madera que no se mueve y tiene siempre la misma forma, y además, sabes que no te atacará y que, al fin y al cabo no lo matarás, que no es lo mismo que disparar a un menda que está armado, seguramente con un arma más potente que la tuya, con sangre fría para matarte sin dudarlo, y seguro que con mejor puntería que tú. No es lo mismo-rió a carcajada.

-Chuck, ya basta-dijo Shu. Todos se reían al ver la cara de asombro y terror que Steve había puesto-. Tú no te preocupes, aunque seas soldado no se te va a pedir defender como a nosotros. Tú tienes tu sitio en este mundo, y es manejar el ordenador, captar información, para tiros ya estamos nosotros. No obstante, si faltásemos tendrás un arma para usarla-intentó sosegar el terror que Chuck y los demás habían hecho crecer en el joven novato.

-Vamos a la armería-les dijo Carlos.

Continúa...

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/