Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(VI) PARTE I: Contacto

SALA DE REUNIONES-Centro Militar Estratégico. Kabul (Afganistán). 00.56 horas.

Allí estaban los dos, uno enfrente del otro. Lucas estaba algo dudoso y no entendía debido a qué estaba en la Sala de Reuniones con el teniente Hopkins. A lo largo de su carrera solamente había estado una vez delante de un superior a solas, y fue cuando había sido arrestado por haberse descuidado la barba un día. En el ejército te obligaban a tener la barba siempre rasurada, y les daba exactamente lo mismo si sufría o no una dermatitis fuerte, definitivamente se tenía que estar afeitado siempre. Le castigaron como se debía, y nunca más cometió el mismo error. Cuando ya estuvo alistado, no tuvo problemas con la barba, y pudo dejarla a su antojo, aunque siempre se la cuidaba.

El teniente Hopkins era un hombre serio, de ideas claras y sangre fría. En ese momento, Lucas podía notar algo de humanidad que quedaba dentro del cuerpo de ese hombre, pues le notaba tenso, nervioso, preocupado…

“¿Preocupado de qué?”, se preguntó mientras lo miraba como se levantaba continuamente de su asiento y daba vueltas de un lado para otro.

En ese momento entraba por la puerta el doctor noruego, Marcus Petroff, que llegaba exhausto, a punto de vomitar por las prisas. Nunca se había remarcado tanto en su rostro la vejez como ese día. Su barba blanca decía mucho de su edad; pero más bien era un artilugio que le otorgaba sabiduría y atractivo a la vez. Cargaba con su mano derecha un maletín de color marrón claro y con el otro brazo sostenía una libreta que apoyaba contra su pecho. Se sentó casi al lado del teniente, prácticamente enfrente del soldado. Depositó su libreta sobre la mesa, sacó un bolígrafo de su maletín y después observó a los presentes, que miraban con detalle lo que el doctor había estado haciendo.

-Muy bien, ya estamos todos-dijo Hopkins, sentado en su asiento.

-Quería pedir disculpas por el retraso, he tenido algunos “problemillas”…-se disculpó el doctor con tono suave.

-No pasa nada, doctor. Seguramente, Lucas, se estará preguntando qué hace aquí, y yo le respondo de antemano: es el testigo ocular de todo lo que ha pasado esta noche, y necesitamos que nos cuente lo que ocurrió con todos los detalles.

“Detalles, detalles, detalles…”, le venía una y otra vez esa palabra. Lucas había vivido una experiencia traumática y quería pasar página y empezar de nuevo; pero a pesar de lo que él quería le estaban obligando a revivir lo sucedido, por muy dolorosa que hubiera sido la vivencia. Cerró los ojos y empezó a hablar:

-Cuando nos dirigíamos hacia la zona de contacto, los coches pararon debido a que un niño de unos diez años en un estado de salud delicado…

-¿Delicado?-repitió el doctor-. Entre en detalles, ¿cómo estaba el joven?

-Verá, yo no soy médico ni nada…

-No importa. Cuente detalles, si dijo algo, si tosió, si gritó, si tuvo reacciones agresivas; lo que sea, lo que viera.

-Bueno-dijo Lucas, rozándose con los dedos la barbilla-. Estaba muy débil, tanto que apenas se valía por sí mismo y gracias al enfermero pudo subir al vehículo. Me fijé en sus piernas con mucho detalle, llegando a la conclusión de que eran dos ramas moviéndose cuando las azota el viento. Su piel-dijo, recordando-, estaba muy pálida, casi blanca, y si era musulmán, su color de piel es más bien pardo. Sus ojos estaban medio abiertos, como si estuviera durmiendo pero con ellos abiertos-a medida que lo describía creía tener enfrente al niño, y le daba escalofríos ver al niño en tan malas condiciones-. No se movían nada de nada; era como si estuviera inconsciente, pero yo noté que tenía algo de fuerza en las extremidades, con lo cual estaba consciente.

-¿Presentaba alguna herida? ¿Un corte o algo parecido?-le disparó las preguntas tan rápido que casi no pudo escucharlas, pues aún tenía al niño en su mente.

-Esto…-intentó recordar de nuevo-, no nada, por lo menos es lo que pude ver. No se le desnudó ni nada. Tampoco tenía sangre ni nada en la ropa.

El doctor Petroff apuntaba en su libreta todo lo que Lucas estaba relatando. Eso le ponía especialmente de los nervios al soldado, ya que más que un simple cuestionario, eso empezaba a parecer un interrogatorio.

-Muy bien. Después, ¿qué pasó?-quiso saber el doctor.

-En muy poco tiempo, cuando estaba recostado en el suelo de la cabina, el joven empezó a sacudirse muy fuerte de arriba abajo, moviendo las extremidades enérgicamente, pero sin control. Seguidamente, empezó a expulsar sangre por la boca. Bañó al enfermero y a algunos soldados que estaban sujetándolo. Después-paró unos segundos, pensó en la imagen del niño muerto y se le encogió el estómago-, murió, sin más.

-Muy bien. ¿Vio si alguna de las extremidades del niño estaba agarrotada?-preguntó el doctor. Se tocó la barba blanca, y le miró con eso ojos nórdicos, azules como el mar.

Lucas intentó recorrer la cabina del vehículo del ejército. Realmente no tenía una imagen del niño en detalle después de fallecer, más bien, lo taparon tan rápido que no pudo ver nada de nada.

-No lo sé.

-Y las uñas, ¿estaban dañadas? La piel justo de debajo, ¿de qué color estaba?

Lucas empezaba a sentirse muy incómodo. Las preguntas del doctor no tenían ningún sentido en esos momentos cuando habían sufrido un ataque terrorista. Y encima el cadáver de su amigo estaba pudriéndose en medio del desierto. De repente, su oídos se taponaron aunque no paraba de oír la voz del doctor con tono suave, que no paraba de preguntar. Por un momento dejó de escuchar. Su cerebro le mandaba mensajes directos a las manos que habían agarrado a Michael, y notaba cómo éste le apretaba con toda su fuerza. Luego un ensordecedor disparo salió del algún lugar, el sonido golpeó su cabeza, y en el instante perdió la sensibilidad en las manos. Michael ya no estaba entre los vivos…

-No lo sé, ¡maldita sea!-exclamó, furioso. El silencio se hizo en la sala-. ¡No entiendo nada, joder! Le digo que no vi nada más, así que ahórrese sus malditas preguntas de forense. Si quiere detalles médicos, vaya y pregúntele al enfermero que estuvo allí, él le contestará con todos los detalles.

Con lo último que había soltado con furia, vio que las caras de los dos sujetos de enfrente cambiaron de asombro a preocupación. Algo estaba pasando, no lo sabía, no lo entendía, pero algo pasaba. Que hubiera contestado furioso había crispado a sus dos acompañantes, e incluso enfadado; pero cuando nombró al enfermero su cara cambió a intranquilidad. Ese tema les había preocupado.

No dijeron nada. Silencio en la sala.

-Tranquilo, Lucas, sabemos que lo está pasando mal, pero le pedimos su colaboración-le dijo el teniente, con tono alentador.

-¿Colaboración? ¿En qué? ¿Para qué?-Lucas lanzó las preguntas tan rápido que dudó que las pensara ni un segundo.

Silencio de nuevo.

-Verá, Lucas, los hombres que entraron en contacto con los fluidos del niño, se encuentran en un estado..., digamos-pensó-, “no sano”. Sólo queremos saber cómo se encontraba el joven, para poder comparar “in vivo” si sufren los mismos síntomas, no es más. No sabemos a qué tipo patología nos estamos refiriendo, y con su colaboración se adelantan las investigaciones. Tenga en cuenta que el tiempo va en nuestra contra en casos como éstos.

Silencio.

-Bueno, teniente, creo que con esto bastará por ahora-comunicó el doctor, anotando algo en la libreta. Se levantó de su asiento-. Si me permiten, me retiró a continuar con mi trabajo-agarró la libreta, el maletín, y salió de la sala a toda prisa.

Lucas continuaba en silencio. El teniente Hopkins se levantó y fue rodeando la mesa. Estaba acercándose al asiento de Lucas. El soldado estaba pensando en las frases típicas: “Ve a descansar, estarás agotado” o “Esto es el ejército, el riesgo es jugarse la vida”. Por ello, como no deseaba que nadie le dijera lo que debía hacer, se levantó de su asiento y dijo:

-Si me permite, me voy a descansar-simultáneamente, le hizo el saludo con la mano alzada en la cabeza típica del ejército y se marchó tras recibir la aprobación del teniente.

Hopkins miró con preocupación cómo Lucas abandonaba la sala. Habían tenido la oportunidad de conocer muchas cosas del enemigo, pero el doctor Petroff lo había estropeado todo. No tenían tiempo, y eso estaba en la cabeza del teniente continuamente. Parecía que los gritos, los golpes, el caos llegaba hasta la silenciosa Sala de Reuniones desde los quirófanos. No era así. La cabeza le jugaba una mala pasada; solo era el recuerdo de hace unas horas.

Continúa...

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/