Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(III) PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Primer contacto: Lo que pasó en el Centro Militar Estratégico. Kabul (Afganistán)

III

De camino notaba algo extraño en el ambiente, algo que lo perturbaba. El ruido de los alaridos feroces de los infectados orquestaba en la sala, pero algo había raro. Empezó a oír pasos acompasados y rápidos, que rebotaban en el suelo de la sala. Lo que vio que se acercaba le hizo recordar qué hacía el ambiente tan extraño como lo notaba. Hace unas horas, estuvo viendo en el quirófano los cuerpos sin vida de los soldados infectados; pero sabiendo lo que había visto, realmente ésos soldados se levantarían convertidos en devoradores natos de carne humana. Evidentemente, los pasos venían de un infectado que se acercaba hacia Hopkins. Venía desde el quirófano, y no venía solo. De hecho, a pesar de los soldados y el enfermero, había más infectados: los forenses y doctores que habían estado allí.

Sin apenas reaccionar, veía cómo el infectado se acercaba a pasos agigantados. Apuntó con la M4 y disparó a las piernas. El infectado que lideraba cayó al suelo, soltando un gemido. Se revolvía en el suelo, y mientras sus compañeros no cesaban su acercamiento. Empezó a andar hacia la puerta de los boxes, con el fin de entrar. Los otros infectados se dirigían sin pausa y veloces hacia su presa, y al ver que se movía, huyendo, corrían, más rabiosos todavía. Entonces notó un fuerte dolor en el tobillo, un dolor que lo apresaba y cayó al suelo de lado. El infectado que disparó a las piernas se había acercado a brincos hasta él y lo tenía agarrado, impidiéndole moverse. El infectado que lo apresaba le mordía la bota con todas sus ganas, de manera que el teniente gritó por el dolor y el miedo de ser mordido por uno de ésos seres. No podía hacer mucho más, pues tenía encima a los otros infectados, así que gritó, presa del pánico, esperando lo que iba a suceder.

De repente, un fuerte sonido a hierro impactando sobre el suelo sonó en la sala y Hopkins reaccionó, dirigiendo la mirada hacia el lugar. Un soldado de color, corpulento, había bajado de un salto desde el conducto de la ventilación, arrastrando la rejilla del mismo con él. Tenía un semblante serio y dominante. Iba armado con una escopeta, la cual no tardó en usar nada más pisar el suelo. El impacto dio a tres de los infectados que se acercaban, los cuales retrocedieron, cayendo al suelo, aún vivos. El siguiente impacto fue directo a la cabeza de un doctor, con parte del esternón a la vista a causa de un mordisco. Media cabeza salió volando por los aires, montando un espectáculo de sangre y masa encefálica que volaban por los aires. Otro impacto reventó la cabeza de otro infectado, dejando un cuerpo decapitado que anduvo tres pasos y cayó al suelo, creando un reguero de sangre a su alrededor. Uno a uno los infectados fueron cayendo. En cambio, Hopkins seguía doliéndose de los mordiscos que el infectado le pegaba en el plástico de la bota. Le pegaba patadas en los hombros y el cráneo, pero no se soltaba. Sin dudarlo ni un instante más, cogió su pistola y apuntó al cráneo. Disparó, y su captor dejó de morderle. Las gotas de sangre y restos de masa cerebral fueron a parar por todo el pantalón, hasta la altura de la cintura.

Hopkins se dolía, pero sabía que los dientes no se habían clavado en su piel. Entonces vio la gruesa mano del soldado de color, que se la tendía para que se levantara. Cuando se levantó y apoyó la pierna afectada, notó un fuerte pinchazo que se le extendió de punta a punta. Se tambaleó y el soldado le sujetó.

-¿Se encuentra bien, teniente?-le preguntó con voz grave y semblante serio.

Hopkins se separó del soldado y lo miró en detalle. Era americano, según indicaba el brazalete que llevaba alrededor del musculoso brazo. No llevaba el chaleco, si no una camiseta negra, llena de chorretones de sangre seca, que llegaban hasta el pantalón.

-Sí, no es nada…-miraba al soldado intentando reconocerle.

-¿Quedan más de ésos por aquí?-le preguntó apuntando con la barbilla hacia el quirófano.

Hopkins, desconcertado, tardó en contestar:

-No lo sé-y espiró mucho aire.

-Voy a ver-le dijo el corpulento soldado, que fue pisoteando los cuerpos ya sin vida de los infectados.

Los golpes y los alaridos de los infectados del pasillo cesaron. Justo en ese instante, desde los boxes salieron Petroff y Daniela, los cuales se acercaron al militar.

-¿Te encuentras bien, Stuart?-preguntó Petroff guardando las distancias.

El teniente asintió con la cabeza, y se tiró al suelo, muy preocupado. Se quitó la bota, el calcetín y miró en detalle la marca de la dentadura del infectado. Daniela y el científico lo vieron, y descartando el contagio, se acercaron. Daniela le echó un vistazo rápido.

-Te quedará un moratón importante. Ésos seres muerden con fuerza.

-Me alegro-dijo riendo el teniente.

-¿Y los disparos de dónde venían?-preguntó el científico.

-Un soldado me ha salvado la vida. Ahora está…

Y de nuevo, tres disparos de la escopeta se extendieron desde los quirófanos. Después, enormes pasos se acercaban hasta ellos.

-Quedaban tres más-comunicó el soldado de color-Les he dejado con un fuerte dolor de cabeza.

-¿Cuál es su nombre soldado?-preguntó Hopkins, incorporándose.

-Philip Jones, para servirles-hizo una reverencia-. Ah, y llamadme de tú, no me gustan las formalidades-dijo con tono vacilón.

-Encantado soldado Jones. A mí creo que me conoce. Éstos son el doctor Marcus Petroff y la enfermera se llama Daniela.

-Me parece muy bonito todo esto, pero ¿y la ayuda?-cuestionó Jones.

Hopkins no sabía nada. Él tenía la esperanza de que vinieran a rescatarlos; pero el cuándo era algo desconocido.

-Vendrán a buscarnos, por eso estamos esperando.

Jones empezó a reír a carcajada limpia. Hopkins se sentía humillado.

-Los altos mandos del ejército siempre creen que tienen el culo respaldado por los otros grandes; pero yo le digo que moriremos de hambre o por esos cabrones antes de que llegue la ayuda, que nunca llegará. Nadie los ha avisado, seguro, no creo que quede nadie más en sus cabales en este centro aparte de nosotros. Allí fuera está plagado de esos cabronazos “come carne”.

-¿Qué nos ofreces mejor que esto?-solicitó una solución el científico.

-La salvación. Las balas se acaban y hay cientos de esos locos por ahí afuera, hambrientos. No tendremos suficiente munición para volarles la cabeza a todos. Por eso, he pensado en salir de aquí sin montar el más mínimo barullo. Los conductos de ventilación-prosiguió Jones-, están en perfectas condiciones para desplazarnos sin tener que pasar por el suelo, y así podremos llegar tan lejos como queramos sin que nos topemos con esos caníbales. Mi idea es llegar al pasillo, lo más cerca de la salida al Campo de Tiro, y desde allí, cogemos un vehículo, el que sea, y salimos de este inferno tan rápido como podamos. Ese es mi plan, y lo haré, solo o acompañado-terminó con entereza.

Hopkins valoró el plan con minuciosidad, evaluando cada detalle, y era una buena opción de salir de allí con vida; de hecho, era el único y mejor plan. Se acercó al soldado Jones, y le extendió la mano.

-Cuenta conmigo.

Jones estrechó la mano con la del teniente, y las falanges de la mano del segundo crujieron, gritando por sí solas.

-Nosotros también vamos-dijeron a la vez el doctor y la enfermera.

-Muy bien, ya estamos todos. Ahora me gustaría daros algo a los dos-les dijo el teniente a Daniela y a Petroff-. Toma-le entregó a Daniela su pistola. Daniela soltó un grito ahogado cuando notó el frío metal en su pie-. Ahora, Jones, dale tú tu pistola al doctor.

Jones, resentido y arrepentido la soltó con escrupulosidad en las manos del científico. Marcus sintió el peso del arma, ansias de poder le inundaron la mente. Dejó a un lado el peso de los matraces, para coger el arma no biológica más aniquiladora del mundo. Eso le excitó sobremanera.

El grupo se acercó al mapa que estaba al lado de la entrada de la enfermería. Era un plano que detallaba todas las salas y habitaciones del centro, además de los conductos de ventilación en otro color. Su destino quedaba bastante lejos de dónde estaban; pero no se toparían con ningún infectado por el camino. El conducto de ventilación acababa a unos cincuenta metros antes de la salida al exterior, donde ellos querían llegar. No sería fácil, los cincuenta metros finales eran decisivos.

-Cuando lleguemos al final, corred como locos a la puerta, ¿queda claro?-advirtió el teniente.
Todos asintieron y después se pusieron en funcionamiento. Movieron un escritorio con ordenadores hasta debajo del conducto por el que Jones entró anteriormente. La rejilla estaba abierta, así que tendrían que saltar, agarrarse y trepar para adentrarse en los angustiosos conductos. Fueron desapareciendo dentro de los conductos uno a uno. El primero fue Jones, y el último fue el teniente, que dejó la sala mirando los cuerpos sin vida de los soldados y los médicos, que antes habían tenido una vida normal y corriente, como él. Un sentimiento de culpabilidad le aprisionó el pecho, dificultando su respiración por unos momentos. Cuando se metió entero en el conducto, los alaridos y golpes fuertes contra el metal reiniciaron; pero dentro del pasillo de hierro, apenas los oía.

Continuará...

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/