Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XIV) PARTE I: Contacto

INTERIOR URO MT-149-AT. Desierto de Afganistán. 03.20 horas

Llevaban ya unos diez minutos circulando por el desierto. Casi no notaban los botes que daba la camioneta; después de todo ese tiempo ya se habían familiarizado con la situación. Chuck miraba concentrado el GPS que le iba indicando la dirección que debía tomar hasta el objetivo, Qandahar. La verdad es que circular de noche por un extenso terreno lleno de arena del desierto, sin luz y sin un camino de asfalto al que estaban acostumbrados era como andar con los ojos vendados. Pero, a pesar de las complicaciones era un hombre muy decidido y eso le había sacado de muchos apuros a lo largo de su carrera profesional.

El estómago de Lucas estaba pidiendo a gritos uno de esos entrecote que su mujer hacía tan buenos, con esa salsa con sabor a pimienta que le abrasaba la lengua pero a la vez le dejaba un sabor que le llevaba al clímax en cada bocado. Cada vez que lo pensaba, su estómago rugía con más fiereza.

-Cualquiera diría que no has comido nada-dijo Chuck mirando hacia la iluminación del camino que dejaban los faros de la camioneta-. Tengo unas chocolatinas de esas energéticas en mi mochila. Coge un par. Por lo menos tendremos el camino tranquilo.

Chuck era un hombre que no tenía pareja ni tampoco la buscaba, es decir, un solitario. Le gustaba el campo, la naturaleza, la vegetación, y por ello vivía en una pradera, en Noruega. Vivía solo en medio de la inmensidad del campo. El supermercado más cercano estaba a cinco kilómetros de distancia, lo cual era un paseo bastante largo para ir a comprar el pan. Siempre le había gustado la soledad, aunque su afición por la naturaleza le había hecho tener una huerta muy extensa y muchos animales.

La verdad es que su vida no había sido un camino de rosas, y es que cuando era un adolescente, las malas relaciones con su padre le llevaron a abandonar el domicilio familiar y a buscarse la vida. Tras vagar años de motel en motel, decidió forjarse un destino, y ese destino fue ser un soldado profesional. Se alistó en el ejército. Las cosas le fueron muy bien, ahorró lo suficiente y se compró la casa en la pradera. Cuando se había establecido tanto física como psíquicamente, decidió ir a ver a sus padres. No fue nada agradable. Cuando llegó a su casa nadie le contestó. Desistió y cuando ya se marchaba vio paseando a una anciana que era la vecina. La anciana se alegró sobremanera al ver a Chuck; pero le arrojó una noticia que le heló el alma. Sus padres estaban en el hospital, el padre de Chuck estaba muy enfermo. Tan rápido como pudo, y arrepintiéndose, arrancó su coche y fue al hospital. Le facilitaron la habitación donde estaba su padre. Cada vez que recuerda lo que le costó atravesar la puerta de la habitación le entran nauseas. Nunca podrá olvidar el rostro casi sin vida de su padre, postrado sobre la cama. Su madre, envuelta en lágrimas le agarraba la mano. En cuanto le vio, su madre se lanzó a abrazarle, y sus lágrimas se multiplicaron. A pesar de los años, y aunque creía que ya no significaban nada para él, su corazón se hizo añicos al ver tanto dolor en tan pocos metros cuadrados. “Se muere, hijo”, le dijo su madre entre sollozos. Y así fue; su padre falleció ese mismo día de un cáncer terminal de pulmón. Siempre se arrepintió de su asqueroso orgullo, y de no haber podido hablar con su padre por última vez. Desde ahí, nunca abandonó a su madre. Era su historia, otra más de las millones de tragedias del mundo; era suya, y suya se quedaría.

Quedaban unos cinco minutos de viaje hasta llegar hasta su objetivo, o eso decía el GPS. Lucas agarró dos tabletas energéticas, y las devoró como si no comiera desde hace días. La tempestad en su estómago se calmó de repente.

En la cabina estaban los demás. Por lo visto habían estado hablando de la vida de Steve durante todo el camino. El joven ingeniero había sido excepcional en su paso por la Universidad. Vivía con sus padres en una lujosa mansión de Alemania; pero siempre le había gustado ser humilde, y nunca había presumido de sus orígenes burgueses. Tenía pareja, ella era Veterinaria. Se llamaba Karen y tenía una clínica privada que le había costado sacar adelante. A diferencia de él, Karen había llevado una vida humilde, con padres que habían trabajado desde muy jóvenes para conseguir un piso y una vida agradable donde poder aguantar la dura vida que se les había impuesto. Se tomaron a chiste la historia que el joven soldado les contaba sobre el primer día que Steve presentó a Karen a sus padres. Era un tópico de película: el chico rico, locamente enamorado de una pobre, la llevaba ante sus padres, unos señores ricos, que tenían pensado casar a su hijo con la vecina rica de enfrente. Debido a eso, para Steve fue difícil, y para Karen también. En definitiva, era una historia feliz, ya que ahora vivían juntos a pesar de las tempestades que los sacudieron.

En todo ese rato que llevaban charlando Steve no había parado de recordar que lo que llevaba en la cintura era una pistola, y aunque no pesaba nada de nada, él notaba un peso enorme que le tumbaba. No sabía si era miedo o tal vez excitación. No era igual que el primer día que agarró un arma en las prácticas, sino que era peor. Llegó a la conclusión de que era miedo. El “grandullón” (que así decidió llamar a Chuck) tenía toda la razón, no era lo mismo disparar a un papel colgado en la pared o a un muñeco parado que lo que ahora se presentaba ante sí. Aunque, tras tener esos pensamientos en su cabeza, se llenó de orgullo al pensar qué le diría su padre cuando le contara que había estado en una misión contra los terroristas con los mejores soldados del ejército. Por fin se alegraría de algo que hiciera. Al final el miedo desapareció de su cabeza, pero no del todo.

Carlos, aunque parecía sereno ante la situación y hacía bromas en lo referente al novato, Steve, no podía dejar de pensar en su pareja, Marga. Al igual que Lucas miraba el móvil y se frustraba al ver que aún no podía hablar con ella. No era tan desquiciado como era Lucas, que se volvía loco cuando no localizaba a Ana. Ellos, amigos de toda la vida, habían hablado en muchas ocasiones de ese tema. Carlos había llegado a la conclusión de que Lucas era el guardaespaldas de Ana, cuando ella se podía defender perfectamente sola. En cambio Lucas justificaba que en la vida existe gente que ha nacido exclusivamente para atormentar al ser humano, como violadores, terroristas, asesinos en serie…, y por ello quería proteger a su pareja hasta que ya no pudiera. Carlos le remataba con que no se podía proteger tanto a una persona sin saber si realmente está protegido uno mismo, y en el mundo que hoy en día tenían no les ofrecía mucha seguridad debido al terrorismo y oleadas de violencia de grupos de otras nacionalidades. Siempre solían acabar discutiendo, y no es que fueran diferentes, si no que ambos, bajo las mismas circunstancias actuaban de diferentes maneras, uno dejaba más espacio y el otro menos, y eso no era causa de menor o mayor despreocupación como justificaba Lucas.

-Menos de un minuto…-le dijo Chuck a Lucas, que miraba más allá de la luz que dejaba en el camino los faros de la camioneta, que era la oscuridad de la noche.

Sin contestar, y sumido en sus pensamientos, Lucas no dejaba de mirar al frente. De repente, una sombra que apenas fue captado por los faros pasó a toda velocidad delante del vehículo. Como es normal, el tiempo de reacción del ser humano es variable y como todo en la ciencia está sujeto a leyes matemáticas que nos otorgan los resultados. En este caso, Lucas había visto la figura pasar a toda velocidad, y aunque era poca información su cerebro tardó unos segundos en llegar a una respuesta ante un estímulo, un tiempo suficiente para que la figura desapareciera en la oscuridad.

-¡Espera!-dijo a Chuck-. ¿Lo has visto?

-¿El qué?-Chuck pisó el freno de golpe, casi sacándolo hasta fuera del vehículo, hasta que paró el URO MT-149-AT. En la cabina se oyeron golpes, y seguido gritos de quejas.

-La figura que ha pasado por delante. Te juro que algo ha pasado por delante a toda velocidad.

-Habrá sido un coyote, ¿quién sabe? A lo mejor te hace falta descansar, amigo, o bueno eso nos hace falta a todos-Lucas asintió cabizbajo. Hace un minuto estaba muy seguro de lo que había visto; ahora dudaba. El URO MT-149-AT arrancó de nuevo.
Siguieron en silencio el resto del camino. Antes de adentrarse en Qandahar pasaron por un cartel que ponía el nombre de la ciudad en árabe: کندهار, (QANDAHAR).

Cuando ya lo dejaron atrás la oscuridad se apoderó de todo. A medida que se iban adentrando en el lugar, ante ellos se abría un poderoso paisaje verde, muy cuidado. Ya estaban en la ciudad, y la mano humana había decorado el paisaje desértico a su parecer, siempre desde el punto de vista lustroso. Se iniciaba el asfalto, y el vehículo se estabilizó de tal manera que no había ningún movimiento, lo cual les parecía raro a los acostumbrados a los botes. Según se adentraban iban dejando casas bajas a los lados. Eran las primeras del pueblo y daban la bienvenida. Las casas eran de color blanco en la fachada para evitar una mayor absorción del calor, tenían unas ventanas pequeñas que se repartían en hileras todas juntas en una misma pared de la propiedad, y bordeando las mismas un arco árabe las decoraba. Pasaron un camino con unas diez casas en hileras a ambos lados de la carretera y llegaron por fin al casco histórico de la ciudad.

Era muy raro. Todo estaba en silencio, y no había ni siquiera las luces de las farolas. Las típicas luces de un bar de copas o de algún local de alterne solían alumbrar las calles a altas horas de la madrugada. Lucas miraba de un lado a otro, por la ventanilla, por el retrovisor. Nada, no había nadie. Chuck no decía nada pero su cara hablaba por sí sola.

-Parece una ciudad fantasma. No había visto nada igual desde aquel pequeño pueblo en Marruecos que fue arrasado por Al-Qaeda-contó Lucas.

-Es cierto, todo esto es muy extraño. Creo que debemos parar e ir a pie.

-Estoy de acuerdo; pero esta vez frena con suavidad-le dijo Lucas con una carcajada.

En muy poco tiempo todos se habían reunido detrás de la cabina. Todos tenían la misma cara de duda, pues sabían que algo no iba bien. Habían acordado que debían separarse para poder ver con más rapidez parte de la ciudad y poder así informar de lo que estaba ocurriendo. Se dividieron en dos grupos: Lucas, Shu, Orlando y la doctora Samantha eran un grupo y el otro estaba constituido por el resto. El primero iba en busca de la comisaría donde nunca se debe descansar, con lo cual pensarían que habría gente trabajando. El otro grupo se dirigiría hacia el hospital, donde también encontrarían a gente.

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/