Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XV) PARTE I: Contacto

LUCAS, SHU, ORLANDO Y SAMANTHA-Qandahar (Afganistán). 03. 42 horas

El grupo había iniciado la andanza liderado por Lucas y protegido al final por el mexicano. Todos habían encendido las linternas de su M4 y con ello podían ir guiándose por la ciudad. No era una ciudad que estuviera en muy malas condiciones, es más, estaba demasiado bien. El comercio había dado la vida a esa ciudad, ya que sin él nunca hubiera sido así y se hubiera convertido en otra más de las tantas ciudades de Afganistán donde la gente se moría de hambre.

Cada paso que daban en la inmensidad oscura era como diez en la claridad del día. Iban muy lentos, ya que la visibilidad era tan reducida que sólo Lucas, que iba el primero podía ver menos de unos metros delante. Exclusivamente oían sus pasos. Era una sintonía de pasos descoordinados, algunos saltaban de la partitura ya que esa persona había frenado de golpe y casi se estampaba con la de delante.

Habían atravesado un camino de arena que ascendió, torció y terminó en una puerta de hierro pequeña. Lucas la empujó y sin problemas la puerta cedió hacia atrás, seguida de un chirrido ensordecedor. Ante ello empezaban unas escaleras de madera que se adentraban de nuevo en la oscuridad.

Lucas en cada momento les avisaba de lo que estaba viendo, de lo que venía, incluso de sus pensamientos. Avisó de que bajarían las escaleras para que todos lo hicieran con cuidado. En cada paso que daba se sumaba a la sintonía descoordinada el crujir de los escalones de madera.

Uno, otro, otro, otro más…

Parecía que no se acababa nunca. Lucas bajaba decidido, cualquier paso en falso le haría perder la visión, tropezarse, caerse y poder lesionarse de gravedad, aunque cuando esas cosas pasan, en la mayoría de los casos se da el efecto dominó y todos caen detrás.

Uno, otro, de nuevo otro… Los escalones rompían la silenciosa noche allí en Qandahar. De nuevo pisó otro escalón y el crujir resonó; pisó de nuevo y no sonó nada. Había pisado tierra, lo cual indicaba que habían llegado abajo. Les avisó de que quedaba poco y les dio ánimos. Cuando ya estaban todos en tierra firme, Lucas y los demás pasearon la luz de la lámpara por el lugar. Se rodearon a sí mismos con la luces. Por fin pudieron detallar dónde estaban. Estaban en el patio de una de las casas. Vieron no muy lejos una casa baja, más o menos con los mismos detalles de las que vieron por primera al entrar en Qandahar. Se apuntó al cuerpo para que fuera visto por los demás y sin dirigirles la palabra les hizo un gesto para que le siguieran.

A medida que se iban alejando de los escalones un olor repugnante les llegaba de todos los lados. Era un olor insoportable a medida que se iban alejando más y más. A la izquierda había un muro de piedra en el que coronaba una alambrada. Por lo visto, al otro lado quedaba una pradera o algo, y de alguna manera con la alambrada hacía imposible pasar al otro lado. Empezó a pensar que se podía tratar de una propiedad privada o algún tipo de propiedad ganadera. El olor a putrefacción le llevó a pensar directamente que podría ser una granja y que lo que olía a podrido era el cuerpo en descomposición de algún animal. A su derecha se abría un extenso campo oscuro. Cerca quedaba la casa de la propiedad y nada más resaltaba en la oscuridad.

Aguantaba estoicamente sin taparse la nariz por el olor a podrido que apestaba en el lugar. Aguantaba para poder seguir alumbrando la zona. Sabía que sus compañeros habían dejado de alumbrar para poder taparse la nariz ya que la intensidad de luz en el medio había disminuido drásticamente. La bilis y las barritas que se había comido de camino a la ciudad se le estaban yendo a la boca; no le faltaba mucho para vomitar. Se estaba dirigiendo hacia la pared de la casa. Allí podrían apoyarse y reposar sus cuerpos por un momento del apestoso olor. Nadie decía nada, únicamente se oían gemidos desde atrás. Lógicamente era la queja de sus compañeros que no aguantaban el olor a podrido.

Un metro.

Medio metro.

Lucas se apoyó sobre la dura fachada de la casa, soltó el fusil, se tapó la nariz y aunque no olía nada, era mucho mejor que oler la peste que salía de todos los lados. Los demás, aunque no los vio muy bien por la falta de luz, hicieron mímica de sus acciones. Orlando, que estaba al lado derecho de Lucas había soltado los dedos de la nariz y había vuelto a experimentar como su estómago le pedía expulsar todo lo que había cenado. Justo donde estaba daba una esquina que se abría hacia algún lado. Sin avisar a los demás, que trataban de respirar aire limpio, cargó el fusil y desapareció tras la esquina.

Orlando iba apuntando al suelo y al frente continuamente. Donde fuera que estaba yendo la cosa podrida tenía que estar cerca ya que a cada paso el olor era más insoportable. Avanzó más. Su cabeza estaba abotagada y sentía que iba a desmayarse. De repente, vio justo delante de su cara una pared de color rojo. No tenía una visión clara, pero parecía una vivienda pequeña. Al alumbrar al lado vio una vieja puerta de madera golpeada y magullada de la edad que debía de tener. Estaba medio abierta, pero no quiso hacer nada sin consultarlo, así que volvió.

Los demás no habían echado en falta al mexicano, que venía a toda prisa. Habían estado ocupados intentando eliminar de su nariz el asqueroso olor a putrefacción que aún llenaba el lugar. En plena oscuridad, algo tocó el brazo de Lucas, el cual respondió ante el estímulo en defensa. Agarró lo que le sujetaba con firmeza, que era un brazo, y lo dobló lo suficiente como para que el atacante gritara del dolor.

-Soy yo, Orlando, maldita sea-dijo con voz ronca, aguantando el dolor.

Lucas lo soltó al instante; posteriormente le apuntó a la cara con la linterna de su arma. Orlando se resentía del brazo, aunque no sería nada grave.

-Perdona.

-Ya sé de dónde viene el olor-les dijo, aún sacudiéndose el brazo.

-¿Cómo?-dijo Shu, con la boca y la nariz tapadas.

-Sí, he ido antes siguiéndome de mi olfato y he visto una especie de caseta pequeña de donde sale el olor. Además, está abierta.

-Bien, iremos los dos. Los demás quedaros aquí, ¿está claro?-ordenó Lucas a Shu y Samantha. Ambas, tapándose, asintieron-. Shu protege a la doctora.

Orlando lideró la marcha. Lucas, que le seguía desde detrás, apuntaba a su espalda con la pequeña linterna de su arma. El mexicano iba reduciendo la marcha, lo cual Lucas interpretó como que estaban llegando al objetivo. Y así era. Ante sí se irguió una pequeña caseta que normalmente sirve como de trastero para guardar las cosas del trabajo. Es cierto que el olor había aumentado su dureza, y ahora más que nunca azotaba la salud de Lucas y Orlando. Orlando le indicó con los brazos que abriría la puerta, para que le cubriera. Lucas asintió. Se puso al lado de la puerta; mientras Orlando se preparaba enfrente de la misma.

-A la de tres…-indicó Lucas. Esperó unos instantes-. ¡Tres!-y arrastró la puerta hacia sí, dejando abierto un fondo oscuro, limitado por el cerco de la puerta.

Un torbellino de olor a putrefacción salió feroz hacia fuera. Orlando apuntó al instante al interior y la dantesca escena penetró en su cabeza como un tornillo en la pared, con resistencia y dolor. Ante sus ojos estaba el cuerpo mutilado de un ser humano. Una manada de moscas, mosquitos y gusanos eran los huéspedes mayoritarios del pequeño habitáculo. El cuerpo mutilado estaba tendido en el suelo, boca arriba. Estaba prácticamente desnudo, pues la ropa estaba hecha unos jirones, aunque al lado de la cabeza estaba un velo blanco cubierto de una capa carmesí. Reconocieron que era una mujer. No podían saber nada más porque estaba destrozada. Las capas de la piel estaban colgando sobre los muebles y algunos pedazos estaban en el suelo. Había sangre por todos los lados; sangre coagulada por las paredes, por los muebles, por el suelo, por el propio cadáver… La cara, ensangrentada, y magullada dejaba entrever la boca abierta del cadáver. Si no fuera por el desperfecto generalizado, se podría apreciar que la mujer murió sufriendo una barbaridad. Su cara y cada parte de su cuerpo estaba arañada y…,¿mordida? Su cuello, su vientre, sus pechos, sus piernas, todo tenía mordiscos y arañazos. Los insectos, sin cortarse por los ojeadores, seguían devorando a su presa, poco a poco.

Lucas, que estaba justo detrás de Orlando estaba presenciando con la mano en la boca la masacre de la mujer. Orlando dejó de apuntar, se echó a un lado y empezó a vomitar. Lucas no volvió a alumbrar el habitáculo. Entornó la puerta, casi cerrada, y notó como su organismo se apaciguaba. Se echó unos pasos hacia atrás, se alejó un poco y encendió su códec.

Se iba a poner en contacto con el otro grupo cuando oyó un disparo muy lejano, que apenas sonó no tardó en perderse en la oscuridad. Algo más aparte de su corazón se azotó en Qandahar.

Continúa...

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/