Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(V) PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Primer contacto: Lo que pasó en el Centro Militar Estratégico. Kabul (Afganistán)

V

Los gritos de pánico de la enfermera se unían al estrépito del metal y los alaridos de los infectados. Hopkins estaba mareado. Tal vez fuera del golpe. Se tocó la frente. Tenía sangre. De nuevo, cayeron más tuercas. El conducto empezó a separarse. Ahora se veía un poco el exterior. Los cuerpos empezaron a deslizarse y cayeron encima del teniente. Todos gritaban, asustados. Se estaban agobiando. Finalmente, debido a los infectados y al peso de Hopkins y los demás en un punto ya frágil del conducto, cedió la estructura y cayeron hacia los infectados. La altura era considerable, casi dos metros y medio, y cayendo de mala manera, podrían fracturarse algún hueso con facilidad.

Según impactaron, Hopkins notó como algunas costillas se partían en pedazos. Gritó, casi inconsciente. Además, sintió el golpe de algo o alguien que caía encima y rápidamente desaparecía. Esa había sido Daniela, que cayó encima del teniente y rodó más allá, metiéndose entre la marabunta de infectados. La enfermera se intentó liberar de las manos que la apresaban. No podía. Gritaba, y hasta se orinó encima del pánico. Cientos de brazos la agarraban, como luchando por la presa. Notaba como los huesos se le iban descolgando de su lugar. Gritaba de dolor. Después, sentía como las mandíbulas de los infectados se clavaban en cada centímetro de su cuerpo. Finalmente, moría.

Jones había caído al lado de Hopkins y se había rotó el brazo izquierdo. En cambio, Petroff, que amortiguó con el corpulento soldado, había caído más alejado del peligro. Con algún rasguño en la cara, se levantó y empezó a correr hacia la salida, dejando allí, tendidos en el suelo, a Hopkins y Jones.

-¡Hijo de puta!-gritaba Jones, dolorido, mientras observaba cómo el científico corría, aterrorizado sin mirar atrás.

Jones se levantó. Estaba mareado, todo le daba vueltas. Entre esos momentos de malestar, pudo ver que Hopkins estaba en el suelo, retorciéndose de dolor, doliéndose del costado. Agarró la escopeta con la mano derecha y apuntó. Un disparo salvó al teniente de que uno de los infectados le alcanzara. Cayó al lado de él. Hopkins oía disparos; pero el dolor del costado apenas le dejaba moverse. Los infectados acabaron con Daniela y se dirigían hacia sus dos nuevas presas.
-¡Arriba teniente!-le gritaba Jones.

El soldado disparaba y cada disparo era letal para los infectados. Eran cientos. De repente, la escopeta gastó su última bala. Hopkins se estaba levantando. Mientras, Jones les asestaba golpes con la escopeta, haciéndolos caer. Cuando Hopkins se incorporó, los infectados habían atrapado al corpulento soldado. Le mordían los brazos, el cuello, y Jones blasfemaba contra ellos.

-¡Dispárame, Hopkins!-le ordenó Jones, que gritó de dolor cuando un infectado le arrebataba un trozo de mejilla.

Hopkins agarró la M4 y apuntó. La posición le hacía más daño en el costado; pero aguantó. Una ráfaga fue a parar a la cabeza de Jones, que murió en el acto. Hopkins no podía esperar ni un minuto más. Antes de salir corriendo, vio como la enfermera, magullada, ensangrentada por todos lados y con un brazo dislocado, se acercaba colérica.
“Dios mío, Daniela”, pensó Hopkins.
Corría presa del espanto, casi olvidando que tenía las costillas rotas. Sabía que tras de sí, había cientos de infectados que le perseguían, hambrientos. Empezó a perder la esperanza.

“El plan era bueno, maldita sea. Tal vez estos locos sean más inteligentes de lo que parece”, pensó mirando al frente.

A lo lejos vio al doctor, que seguía corriendo. Le llamó y se volvió. Su cara de espanto, le dio la idea de los cientos de infectados que tenía detrás. Sin parar, el doctor siguió corriendo hasta la salida. No le quedaba mucho a Hopkins para llegar a la puerta. Petroff ya estaba saliendo. Parecía cerrar la puerta. Hopkins se quedó petrificado. Calculando la distancia con los infectados, el tiempo que tardaba en abrir la puerta era decisivo para salir ileso. Si tenía que abrir la puerta lo cogerían.

-¡Marcus, no!-gritaba Hopkins desde lo lejos.

Tras eso, el doctor, cerró la puerta, sin apenas mirarle. Hopkins aceleró la marcha, deseándole la muerte al científico. Aunque pensó en lo que él le hizo al soldado, y se dio asco. Estaba llegando a la puerta. Los infectados estaban muy cerca. Cogió el pomo, lo giró. Se alivió por momentos ya que aún no lo habían agarrado. Abrió un poco la puerta, empezó a sacar una pierna. Entonces sintió la fuerte mandíbula de un infectado clavarse en su nuca. Gritó del dolor. Notó como la piel se despegaba de su sitio, y como la mascaba ese loco. Sumido en un desconcierto, pensó: “Gloria, condecoraciones…, no somos nadie”. Y notó otro mordisco en el brazo. Pensó en su vida. Había sido un hombre feliz. ¿Ahora que le quedaba? Ser un loco hambriento.
Cerró la puerta y se quedó dentro del pasillo. Los brazos de los cientos de infectados que tenía detrás lo sujetaban de todos los lados, lo zarandeaban. Él se dejaba. No sentía el dolor, eso sí, con cada mordisco, parecía que le inyectaban rabia en la sangre, pues su ritmo cardiaco se aceleraba. Su cuerpo era movido en contra de su voluntad. Cayó al suelo, y cientos de infectados se le echaron encima. Mordiscos, arañazos, lo estaban matando.

“Moriré, cariño, pero renaceré de nuevo”, le dijo a su mujer desde los pensamientos.

Después, la sangre dejó de circular por los vasos sanguíneos y el cerebro empezó a morir. En breve, la circulación se reanimaría con un cerebro nuevo, especializado en la caza humana.


Petroff, espantado, corría por el campo, buscando algún vehículo. Sabía conducir, pero nunca había manipulado un trasto de ésos. Vio uno en medio del campo. Se acercó. Abrió la puerta y se sentó. Fue a arrancarlo y tuvo una sacudida de indignación. Las llaves no estaban. Cientos de infectados se agolpaban tras la puerta de metal, y en algún momento la harían venirse abajo. Golpeó el volante con todas sus fuerzas, llorando, humillado. Se acurrucó donde estaban los pedales, e intentó abstraerse de ese infierno donde estaba.

Continuará...

4 comentarios:

irakolvenik dijo...

Menuda masacre... Leer los detalles del ataque me ha resultado totalmente escalofriante... Y, sobre todo, aunque le haya hecho una auténtica putada a Hopkins, me ha dado pena Petroff, sólo y desesperado, llorando como un niño a la espera de que los infectados caigan sobre él.

Fer dijo...

Me encanta que te hay resultado escalofriante, os dije que la cosa seguía a un ritmo acelerado, y no miento cuando digo esas cosas...

longbow dijo...

Tenaz, trite y espelusnante que bueno eres para estas historias amigo,por cierto soy sargento de los marines colombianos y creo que un apoclipsis zombie es solo cuestion de tiempo

Fer dijo...

Gracias, longbow, me alegro que te esté engancjando, y sobre todo me alegra tener entre los lectores a un Sargento de los Marines Colombianos. Esto se pone interesante. Miles de gracias por aportar de tu parte!!!
Un gran saludo!!

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/