Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XVIII) PARTE I: Contacto

CHUCK, CARLOS Y STEVE-Qandahar (Afganistán). 04.00 horas

Desde que el disparo llenó los rincones de la casa, algo se estaba sacudiendo, furioso en las calles de Qandahar. Carlos, que no había visto nada fuera de lo normal, fue corriendo hacia la zona de donde venía el disparo, guiado por sus sentidos de la audición. A medida que se iba acercando vio gotas de sangre en el suelo; pero ya estaban secas, con un aspecto negruzco. Oyó gemidos de alguien que se quejaba y la voz de Chuck pidiendo una evaluación rápida de lo que había asado. Se alarmó más al pensar que el que podía estar herido era el novato. Aceleró y se adentró por una de las puertas, la que tenía una palma de la mano ensangrentada grabada.

Steve estaba tirado en el suelo, doliéndose de la pierna. Tenía un disparo a la altura de cuádriceps, y la sangre salía a borbotones, sin pausa.

-¡Oh, dios, Steve!-exclamó Carlos al ver a Steve herido. Sin más dilación se arrodilló y empezó a valorar la gravedad de la herida.

El joven soldado estaba sudoroso, y se mordía los labios del dolor, aguantando un grito por detrás de la boca, un grito de sufrimiento. Carlos había visto muchas heridas, y a pesar de las escandalosas que eran esas heridas, con un torniquete pueden aguantar sin problemas hasta ser atendida por un profesional sanitario. Rajó la parte del pantalón, justo a la altura donde estaba el impacto, y pudo ver por fin, la fiereza con que la bala penetró en la carne de Steve. Era una herida importante, aunque no había tocado ninguna arteria trascendental.

-No me dio tiempo a pedir ayuda-dijo medio susurrando el novato; después se mordió los labios de nuevo.

-No importa, ya estoy aquí. Prepárate, pararé la hemorragia. Esto te dolerá un poco-y seguidamente apretó el muslo de la pierna, justo por encima de la herida con un pañuelo que sacó de su mochila. El novato emitió un grito de dolor casi insonoro, cerró los ojos y sudó mucho más.

Chuck, que había estado en el piso de arriba, nada más oír el disparo, dejó lo que estaba haciendo y bajó a toda prisa por las escaleras, armado con su M4. Mientras bajaba pedía a gritos que alguien le avisará de lo que estaba pasando; pero no recibió noticias. Su agonía aumentaba al oír gemidos de dolor que venían de abajo. “Venían de la derecha, sí de la derecha”, rectificó en su mente.

En cuanto bajó se adentró en la primera puerta a la derecha. Vio sangre por todos lados, tanto reciente como coagulada. Allí estaba Steve, en el suelo, doliéndose de un disparo en la pierna, y Carlos le estaba tratando. Se acercó hasta el novato.

-¿Cómo estás Steve?-le preguntó, preocupado, mirando la herida.

-He estado mejor…-le dijo casi susurrando.

-Carlos, ¿cómo lo ves?

-En principio no parece grave. La bala no ha atravesado la arteria femoral, con lo cual estamos salvados. Solamente espero que la herida pare de sangrar.

-¿Y cómo ha sido, maldita sea?-gritó el noruego, rabioso.

-No lo sé. Steve apenas puede hablar.

Chuck dio un golpe al aire, fuera de sí. Cada vez entendía menos nada de lo que estaba pasando, cada vez menos… Al ver que Carlos tenía la situación controlada, Chuck se decidió a inspeccionar la sala. Había sangre por todos lados y esa sangre no era sangre reciente, con lo cual no era de Steve. Empezó a temer lo peor al ver que la sangre, aunque coagulada por el tiempo, iba multiplicándose por cada paso que daba. Entonces, vio dos pies, que seguían por las piernas, y llegaban hasta un tronco que tenía unos harapos totalmente ensangrentados. Cuando subió más la M4, pudo ver que era el cadáver de un hombre, tirado de lado en el suelo. A su izquierda estaba una pistola, lógicamente, la misma que lanzó la bala contra Steve. Alarmado, se acercó al hombre, que tenía un aspecto deplorable. Se agachó y acercó la M4 para ver más en detalle. Su cuello había sufrido el mordisco de algún animal o algo que se había llevado unos centímetros de carne. Su aspecto entre pálido y amarillento, la incapacidad de movimiento de la caja torácica, y sus ojos y boca abiertos con signo de impresión, le daban todas las respuestas de que estaba muerto; pero hacía bien poco. Por ello no lo tocó. Se levantó y volvió con sus amigos. Justo en ese instante, los dedos de las manos del cadáver empezaron a moverse muy lentamente, y la caja torácica empezó a funcionar.

-No sé qué diablos está pasando aquí pero tenemos un hombre muerto justo aquí-dijo Chuck, alterado.

-¿Cómo?

-Sí, joder, un hombre muerto, me has oído bien.

Carlos se aseguró que Steve estaba mejor y se levantó para poder hablar cara a cara con Chuck.

-¿Estás seguro, Chuck?

El noruego asintió.

-Voy a ver qué está ocurriendo; tú mientras busca algún analgésico y antibiótico por aquí-le lanzó el mandato el madrileño.

Tras eso, Carlos se dispuso a inspeccionar la habitación, mientras Chuck salía de la misma raudo, buscando algún medicamento que le calmara el dolor al novato.
Cuando Chuck estaba en el salón, pensó rápidamente que arriba había visto un armario con un botiquín. Sin dudarlo, se dirigió a subir la escalera al segundo piso, pero notó muy cerca, la respiración con celeridad y sin pausa de una persona. Era muy cerca. Se decidió a mirar quién era y para ello dejó su misión para más tarde. Apuntó, seguro y firme con la M4, esperando ver quien estaba tan nervioso. La luz le dejó ver que era una persona. Por silueta era un hombre, calvo, y con sobrepeso.

-Disculpe, ¿me oye?-preguntó sin dejar de apuntar.

El hombre voluminoso, giró la cabeza hacia él y lo miró con la cara desencajada. La luz de la linterna le mostró un verdadero demonio grasiento. El hombre tenía la ropa magullada, con manchas de sangre por todos lados, no tenía un zapato y al parecer, uno de los brazos estaba roto, pues el húmero asomaba por el hombro. La cara, con los ojos inyectados en sangre y fijos en el soldado, tenía contraída todos los músculos, definiendo una expresión de rabia contenida. Además, su boca estaba ensangrentada, y gotas de sangre goteaban hasta la ropa, golpeando con la barriga.
Chuck, paralizado ante lo que veía, no podía articular palabras. Seguidamente, el hombre con sobrepeso empezó a correr a una velocidad de atleta hacia él. El soldado retrocedió, le advirtió que parase, hasta que no se vio en otra situación que apretar el gatillo de la M4. Fue una ráfaga de cinco segundos, en la cual salieron unos diez proyectiles. Las balas impactaron en el tronco del hombre, que retrocedió unos pasos a medida que perdía el equilibrio; pero recuperó la posición y volvió a mirar al noruego, esta vez con cara colérica. Chuck ahora sí que no entendía lo que estaba pasando. El hombre voluminoso emprendió de nuevo otra sacudida contra el soldado. Ahora Chuck sólo entendía una cosa: el hombre era muy peligroso.

Carlos había estado observando al hombre fallecido. Dedujo por todos los datos de la escena que el hombre había sido el causante del disparo, justo con el arma que reposaba al lado. No tenía que ser un CSI para configurar la escena del crimen. Entonces, absorto en sus pensamientos de criminalística, llegó a sus oídos una ráfaga de disparos de un fusil, desde fuera de la habitación. Rápidamente pensó en el noruego y se dio media vuelta para dirigirse hasta lugar de los disparos. Aunque, en carrera, se vio agarrado de un pie y cayó de bruces contra el suelo. Tardó unos segundos en retomar la posición y poder darse cuenta de que estaba siendo arrastrado en dirección contraria. Se giró mientras era arrastrado, poniéndose de espaldas, y apuntó hacia sus pies. El agente causal de su caída era el hombre muerto de antes. El hombre, sin haberse movido mucho, arrastró los brazos hasta su pie. Su cara, sin vida, era puro cólera. Gritaba y gritaba, abriendo cada vez más la boca cuanta más cerca estaba el madrileño.

“¡Qué cojones…!”, pensó, con los ojos fuera de las órbitas.

Con la otra pierna, la que tenía libre, le golpeó en la cara repetidas veces y en la mano un par; pero no le parecía que le doliera, pues no le soltó. Su fuerza era inimaginable, y Carlos, a pesar de sus esfuerzos cada vez estaba más cerca del colérico cadáver. Seguía golpeando, y seguía acercándose cada vez más…

Entonces disparó.

El hombre le soltó, y pareció “morir” definitivamente. Carlos suspiró, con el corazón verdaderamente acelerado. De repente, y con más fuerza que antes, el hombre le agarró del mismo pie. Seguido de un grito desde los más profundo de la laringe. No pudo reaccionar a la fuerte sacudida, de tal manera que perdió la posesión de la M4. Casi no veía nada ya que la luz de la linterna apuntaba hacia otro lado y se zarandeaba al igual que su cuerpo. Notó cómo una de las manos ascendía por la pierna, y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Empezó a gritar, presa del pánico. La mano que le agarraba el tobillo, tan fría como el hielo, se metió por debajo de la ropa y le apretó con mucha fuerza, tanto que notaba como la uñas se le estaba clavando en la piel. Ahora gritó del dolor.

Sonó un único disparo; suficiente para notar que la fuerza que le apresaba el tobillo ya no estaba, ni tampoco la del pie. Lo que sí le quedaba era el dolor de las uñas clavada en el tobillo y el dolor del pecho de la elevada frecuencia cardíaca. Steve, paralizado, estaba de pie al lado, apuntando aún al cadáver viviente. Su disparo había sido certero: en la cabeza. Nadie podría vivir tras un disparo en la cabeza.

Carlos, ya más tranquilo, cogió su M4 y apuntó al cadáver, que ahora sí, reposaba boca abajo en el suelo.

-¡Cabronazo!-le gritó Carlos, furioso e indignado-. Muchas gracias, Steve.
-No hay de qué. Tú también me has ayudado.

De repente, Carlos recordó la ráfaga de disparos que oyó antes de todo, y se incorporó rápidamente. Cuando apoyó la pierna arañada, notaba que estaba perdiendo fuerza, pero no le prestó atención. Los dos salieron de la habitación.
En el salón estaba Chuck, apoyado contra la puerta de entrada, la cual estaba recibiendo fuertes golpes desde el exterior.

-¿Qué ocurre?-preguntó Carlos.

-No lo sé-contestó Chuck con la voz entrecortada, ya que estaba forzando para que no entrara lo que estuviera detrás de la puerta-. Un gordo loco me empezó a atacar, le disparé-sonó un fuerte golpe-, pero no murió-Carlos recordó su acontecimiento-. Lo único que he podido hacer es echarle fuera, pero el cabrón no se cansa, y quiere entrar-sonó otro golpe fuerte, seguido de un gemido colérico.

Carlos miró alrededor y pensó rápidamente. Vio un armario, una mesita empotrada y una mesa. ¡Ya lo tenía! Tiró a Steve del brazo y le indicó que le ayudará a mover todos los muebles que había visto. Poco a poco los fueron acercando a la puerta que mantenía cerrada Chuck. Chuck los miró, sabiendo lo que querían hacer; sólo estaba esperando la señal para que se quitase de la puerta, y poner así los muebles.
Carlos sabía que como la puerta estaba rota se abriría en cualquier momento, y a pesar de poner el armario el loco de afuera terminaría entrando. Tal vez pudieran atrasar algo, no lo sabía; pero peor era no intentar nada.

-¡Cuando te lo diga te apartas!-le indicó Carlos al noruego, mientras esté recibía otra y otra acometida. El soldado madrileño esperó unos segundos y gritó-: ¡Ya!
El noruego se apartó hacia atrás. Vio que la puerta no se movía, y rápidamente, el armario se superpuso.

-¡Ayúdanos con esto!-le indicó Carlos.

Los tres movieron la mesa y la mesilla detrás del armario. Carlos golpeó el suelo de madera con la culata de la M4, e hizo un agujero lo suficiente grande como para meter una parte de la mesa. Inclinaron la mesa, introdujeron una esquina en el agujero del suelo, y luego la otra la apoyaron sobre el armario. Parecía que aguantaba ya que apenas el armario se meneaba con cada golpe que daba el hombre.
-Muy bueno, Carlos-le felicitó el noruego.

-Gracias-dijo Carlos con una sonrisa de complicidad, después de mucho tiempo.
Otro fuerte golpe rompió el momento tan especial. El armario se movió muy poco hacia atrás, suficiente para que la mesa penetrara más allá del suelo.

-Podíamos hacer algo, ¡ya!-les dijo, Steve, alterado.

-Ese loco de afuera no se va a cansar, así que será mejor que pensemos cómo salir de aquí o acabará entrando-les dijo Chuck.

-Yo voto por acabar con él-les dijo Carlos.

-No podemos matar a un civil así como así-les dijo Chuck, preocupado.

-El hombre supuestamente tieso me ha atacado ahí dentro, y tenía una fuerza increíble. No son gente normal, Chuck.

-No puede ser, ¿y dónde está ahora?

-Le volé la tapa de los sesos al muy desgraciado-les dijo Steve, con tono de seriedad absoluta.

Chuck le miró, extrañado, como si no conociera al inocente novato que conocieron en el centro.

-Bien hecho, chico, hay que eliminar a todo el que se ponga en tu camino-le animó Chuck.

-Pues haber hecho lo mismo con ese loco de afuera-dijo Steve, restregándole su error.

-Lo sé…

-No importa eso ahora. Chuck llama a los demás, tenemos que salir de aquí. A ver cómo están ellos y si pueden ayudarnos. Yo buscaré alguna salida o algo-Carlos blasfemó.

Chuck asintió. Se dispuso a llamar a los demás, escuchando de fondo los golpes del incansable hombre que le había atacado.

Continúa...

2 comentarios:

irakolvenik dijo...

A cuadros me he quedado... yo pensé que el tipo se había suicidado! Y ahora resulta que no, que quería dar más guerra...

Fer dijo...

Me encanta que te haya logrado confundir, es lo que pretendía!! Espera la siguiente con los otros soldados, no te dejará indiferente.
Gracias de nuevo!!
Un saludo!

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A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/