Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XX) PARTE I: Contacto

CHUCK, CARLOS Y STEVE-Qandahar (Afganistán). 04.10 horas

Chuck marcó el número para llamar a Lucas. El tonó sonó una vez, dos, y se cortó. Extrañado, miró el aparato y vio que estaba bien. Probó de nuevo, pero esta vez estaba apagado. Se preocupó, y más pensando que pudiera haber locos como el hombre obeso que estaba atizando la puerta con su grasiento brazo. Chuck recordaba la fuerza del hombre cuando estuvo enfrentándose a él, y por primera vez se sintió inferior delante de un enemigo.

Los golpes no cesaban, y Carlos revisaba de nuevo la herida de Steve. Parecía estar infectándose, a causa de ello, Chuck subió al segundo piso a buscar el maletín de primeros auxilios. A medida que subía iba escuchando en menor intensidad los insistentes golpes del hombre colérico que estaba afuera. De nuevo estaba allí arriba, en la pequeña planta habituada como una habitación. Rebuscó en el armario y encontró el botiquín.

Cuando estaba abajo, Carlos rebuscó los analgésicos que había y se los dio al novato. También le dio un antibiótico y le curó con alcohol la herida, que ya no sangraba apenas. Steve se mordió los labios de dolor con tal magnitud que se clavó los dientes.

-Vamos, hombre, peores heridas he tenido yo-le dijo Carlos, riendo. Steve no pensaba lo mismo, pues sudaba y lloraba del dolor.

Chuck inquietado, intentó llamar de nuevo a sus amigos, pero no estaba encendido. Entonces, decidió llamar al centro. Llamó y los tonos se sucedían en un ritmo cansado, sin obtener respuesta. Se colgó. Intentó de nuevo, pero nadie lo cogía.

-Es el mejor momento para tomar un puto café-bramó enfurecido el noruego.

Esperó unos segundos y lo intentó de nuevo. Nada, y los golpes del loco obeso seguían repitiéndose en la misma magnitud, aunque alternaba con algunos golpes muy fuertes, que hacían tambalearse el armario.

-Hay que salir-se decidió Chuck.

-¿Estás loco?-increpó Carlos.

-Yo no saldré ahí fuera, ni borracho-dijo Steve, aguantando estoicamente el dolor.

-Muy bien, pues quedaos aquí, esperando a que ese loco de afuera entre y os coma vivos. A lo mejor eso os parece mejor-Chuck se estaba enfadando-. Además, estoy seguro que ese tío no está solo.

Hubo un momento de silencio, de pensamientos, de tranquilidad…

-De acuerdo, ¿cuál es el plan?-accedió Carlos, mientras Steve le miraba con la cara desencajada.

-¿No se os ocurrirá salir, verdad?-preguntaba el novato, susurrando, aún sabiendo que no sería escuchado.

-El plan es el siguiente-Chuck sacó el plano del Qandahar-. Steve apunta al mapa, por favor-el pelirrojo hizo lo que le pidió-. Nosotros tenemos la URO aparcada más o menos aquí-y señaló con el dedo una zona del mapa, próxima a la salida-. Hemos venido por aquí-fue marcando el terreno con el dedo-, aquí encontramos al perro…

-Es cierto, ¿y el perro?-le cortó Carlos.

-No sé, no se le ha oído más desde que llegamos-contestó Chuck.

-La última vez que lo vi estaba junto a su amo muerto, o vivo, yo que sé-dijo el novato.

De repente, una puerta se estaba abriendo. Seguidamente, se oyeron las pezuñas del perro afgano, suficientemente lejos como para no verlo. Además, se oían gruñidos y gotas intermitentes que sonaban contra el suelo. Chuck se levantó, indicándoles que se quedaran donde estaban. Apuntó con la M4 y se acercó al perro. El perro también se acercaba, colérico. Cuando Chuck pudo ver al animal, vio cómo también él había “cambiado”. Sus ojos rojo intenso lo miraban, desafiantes, y babas con sangre se desprendían de su boca. Sin más, se le echó encima. El noruego se apartó fugazmente, y el cuerpo del perro salió disparado de frente, casi al lado de los otros dos soldados. Carlos y Steve se movieron alarmados al ver al animal.

-Con esta no vale-susurró Chuck mirando el fusil-; ésta mucho mejor-rio al mirar la Magnum-. ¡Carlos, alumbra al cucho!

Y así paso. Carlos alumbró con su M4 al perro que les iba a atacar ahora ellos, y Chuck disparó dos veces seguidas, notando por su sangre la adrenalina por la belleza que tenía entre las manos. Los disparos fueron certeros, uno en el costado, y otro en el lateral del pequeño cráneo. La furia del animal cesó en cuanto cayó al suelo, formando un charco de sangre debajo; pero la furia del hombre obeso, aumentó al percatar de nuevo que seguían ahí dentro sus presas. Aporreó la puerta con tal fuerza que Carlos tuvo que empujar en dirección contraria.

-Debemos salir de aquí he ir a un lugar más seguro-continuó Chuck con su plan-. Más o menos estamos aquí-señaló el mapa-, en alguna de estas casas. No queda muy lejos de aquí la mezquita, a dos calles. Sus puertas son grandes y fuertes, y los ventanales son altos. Si corremos es posible que lleguemos en menos de dos minutos-midió a vista la distancia en el mapa. Al amanecer volveremos a la URO.

-Muy bien-dijo Carlos, aguantando las fuertes sacudidas del hombre-, ¿y qué hacemos con éste?

-Volarle la cabeza-Chuck no titubeó ni un momento-. No sabemos qué le pasa, si quiera sabemos si es humano ya, joder. Hay que acabar con él.

-Tiene que ser rápido, éstos locos tienen una fuerza descomunal-le explicó Carlos, que cada vez podía menos con las embestidas.

Chuck asintió. Apuntó con su Magnum hacia la puerta, y le dijo:

-¡Apártate!

Carlos se apartó, y tras la fuerte sacudida, la mesa y mesilla que soportaban el armario salieron disparadas. El armario se tambaleó, pero no cayó. Con otra embestida se movió un poco de su posición. Otra embestida dejó pasar el brazo ensangrentado del hombre. Continuó empujando, y Chuck esperaba.

-¿A qué esperas?-le gritó Steve.

Chuck esperaba. El hombre seguía empujando y ya tenía medio cuerpo dentro; pero era imposible apuntar debido a la fiereza con que se movía de un lado para otro. Pasó parte del tronco. Su cara estaba empapada de sangre y amarilla, y su gesto era un auténtico infierno. Al verlos, golpeó con más fuerza, y finalmente dejó un espacio suficiente para pasar.

“Ahora”, se dijo Chuck apuntándole. Carlos le alumbraba para facilitarle el acierto a la primera. El hombre les miró a todos, pero en especial a Chuck. Parece ser que tenían pendiente una charla por lo de antes. Gimiendo altísimo, se lanzó a por el noruego a una velocidad increíble.

-¡Dispara!-le gritaba Steve.

¡Bam!

El disparó impactó entre ceja y ceja, y como una roca, el mastodonte se dejó caer, muerto. Un hilillo de sangre salía por el agujero de la bala, y el gesto colérico del hombre quedó grabado para siempre en su rostro.

-¡Vamos!-gritó Chuck, cargando ahora con la M4.

Salieron a la calle. Chuck lideraba el grupo, Steve iba segundo y Carlos al final. Les preocupó que no hubiera silencio. Algo en la lejanía rompía la tranquilidad parecían disparos…, y también pasos, miles de pasos. Alguien corría muy cerca de ellos.

Apresuraron la marcha en dirección a la mezquita. Los pasos se iban acercando más, y ellos aceleraban a su vez en consecuencia. Ahora, escucharon con más detalle los disparos de un rifle francotirador en la lejanía, aún así seguían corriendo. Pasaron una calle y no se habían topado con nadie, exclusivamente, los pasos detrás les estaban alcanzando.

Los tres estaban exhaustos, corriendo sin parar. Si eso eran dos minutos, parecían dos horas, porque nunca llegaban. Entonces, sonó un grito, y casi tropieza con algo del suelo. Era Steve, que había caído. Se dolía de la pierna, y apenas podía levantarse. Carlos paró y le ayudó a incorporarse. En ese momento era tarde, y tenían a diez de ésos seres encima. Carlos empezó a disparar en todas direcciones. Steve se puso detrás.

-¡Corre, Steve!-le gritó.

Chuck llegaba desde detrás. Se unió al tiroteo. Muchos caían, otros ni se inmutaban, y algunos que caían se volvían a levantar más encolerizados. Steve continuó corriendo sin esperarlos. Con su Glock no podía hacer mucho, así que decidió correr, aunque la pierna le molestaba.

Carlos disparaba como un poseso, y Chuck a su lado, hacía lo mismo. Parecía que estaba en todos los lados. De frente, a la izquierda, a la derecha, algunos desde atrás. Y las balas se iban gastando.

-Tenemos que irnos, Carlos-gritó Chuck por encima del estruendo de los disparos.

-¡Ve tú, yo te sigo!

Chuck lanzó la última ráfaga y un par cayeron al suelo. Uno volvió a ponerse en pie. Carlos disparaba echándose hacia detrás progresivamente. Debía de ver el momento adecuado para echar a correr. Disparó de nuevo y se vio forzado a correr porque se le acabaron las balas. Ahora los locos hambrientos le seguían muy de cerca.


Steve seguía solo, corriendo, exhausto y lleno de angustia. Solo, y con su pistola, era carne fresca en la sabana. Se sentía muy cansado, demasiado. Sus músculos le pedían piedad, y la pierna le lanzaba descargas de dolor. Entonces paró, ya no tenía mucho que hacer. En la casa o fuera estaban en peligro, así que tarde o temprano tendría que pasarles algo. Así que sintió como uno de ésos seres se lanzaba desde el lado izquierdo y le arrastraba en contra de lo que quería. Todo fue muy rápido, y debido a la velocidad con que iba el ser que le atacó, salieron disparados unos metros de donde estaba. A medida que se iba alejando oyó su nombre de boca de Chuck; pero nadie se acercó a ayudarle. En cambio, muchos de esos seres se lanzaron a por Steve. Steve seguía siendo empujado, y su captor intentaba frenarse para poder hincarle el diente. El novato apenas era dueño de sus piernas ni de su movimiento. Iba a perder el equilibrio, y en el suelo sería devorado por el ser. Notaba cómo intentaba acercar su boca a su cuello, incluso su respiración agitada; pero de repente, dejó de pisar el suelo, y cayó. Rodaron él y su acompañante, que intentaba morderle de todas maneras. Steve notaba como la tierra le arañaba la cara, las manos y el cuerpo entero, y el polvo le cegaba por completo. Todo le daba vueltas, y los gemidos del captor no paraban. Ellos seguían cayendo y seguían luchando por soltarse o hincarle el diente.
Steve notó como la curva por la que caían se acababa. El captor, al tocar suelo llano, se partió el cuello, muriendo en el instante. A diferencia, Steve, salió volando unos metros. Tenía el cuerpo dolorido, magullado y estaba cubierto de polvo y arena. Quería morirse, pero perdió el conocimiento.


Chuck y Carlos corrían buscando la mezquita, pero ya habían pasado dos minutos y lo único que habían visto era más y más de ésos extraños humanos. Carlos miraba hacia atrás y se fascinaba con la resistencia de ésos seres, que corrían más si se lo proponían, y en cambio, ellos estaban agotados. De repente, Chuck rió a carcajada cuando vio el cartel que indicaba que la mezquita estaba a diez metros.

-¡Adelántame!-le ordenó Chuck a Carlos, que vio el cartel de la mezquita y sintió un alivio general. Chuck iba ahora detrás.

Ya estaban subiendo las escaleras que llevaban a la mezquita, cuando el noruego se quedó parado abajo. Carlos le miró y vio que estaba agarrando una granada de su cintura; entonces corrió hacia la puerta. Chuck quitó la anilla de la granada y la lanzó seguida de un improperio que le daba la victoria. Después, corrió detrás de Carlos.

La puerta de la mezquita estaba entreabierta. Carlos la golpeó con los brazos, y ésta se abrió de golpe. Pasaron, cerraron detrás de sí y un fuerte estallido hizo temblar Qandahar.

Continúa...

0 comentarios:

Publicar un comentario

A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/