Cuando Orlando se metió dentro de la caseta empezó a buscar frenético una manera de salir de allí que no fuera en el exterior ni por la ventana. No tenía tiempo, así que pensó en una posible trampilla en el techo. Sabía que estaba pisando sangre y restos humanos, pero los desatados seres del exterior le hacían exprimir al máximo su instinto de supervivencia. Trepó en un de las mesas de madera y llegó al techo. Lo golpeó con todas sus fuerzas. Palpó hasta que notó como relieve. Dio un golpe en seco y una puerta salió disparada.
Saltó y fue a la ventana. Chistó a sus amigos y éstos empezaron a entrar. Justo en ese momento, los endemoniados de afuera dejaron de estar distraídos. Primero pasó la doctora. Shu pasó después. Faltaba Lucas. Orlando se asomó por la ventana y le vio luchando contra uno de esos seres; le clavó su machete por la boca, y en menos de un segundo desapareció de allí. Al mexicano no le dio tiempo a gritar su nombre.
-¿Y Lucas?-preguntó Shu, histérica.
-Se ha ido.
-¿Cómo que se ha ido? ¡No podemos dejarle ahí fuera!
-Créeme, estará bien-y se le erizó el vello al decirlo-. Ahora, ¡subid!
Samantha subió primera. Después Shu. Por último Orlando, que casi se colgó de un salto. Cuando ya estaba casi arriba notó que tiraban de él hacia abajo con una fuerza descomunal. Gritó y alarmó a las chicas. Shu y Samantha le sujetaron de las axilas y le intentaron subir. Con eso y con las patadas que propinó a su captor, logró subir al techo. Tan rápido como pudieron, cerraron la trampilla y se insonorizaron los bramidos coléricos.
Estaban exhaustos, asustados y derrumbados. Orlando agarró su Sniper, puso la mira de visión nocturna y apuntó. Casi se viene abajo de lo que vio: unos treinta de ésos locos estaban ocupando el lugar. Muchos estaban como perdidos, sin saber dónde ir, otros daban saltos con las manos alzadas, intentando llegar a ellos, y otros corrían persiguiendo a Lucas.
El soldado iba pegado a la pared de la casa, esquivando los que se ponían por delante, forcejeando con los que le agarraban. Finalmente, llegó a torcer la esquina y se paró.
“¿Qué te pasa? ¡Sigue, joder!”, se decía Orlando mientras apuntaba.
De repente, vio cómo Lucas forcejeaba con una niño lleno de locura que se lanzaba a su cuello, y ambos cayeron al suelo. No podía disparar, ya que se zarandeaban mucho. Era buen tirador, pero un fallo así podría ser fatal para su amigo. Miró más allá de los que estaban luchando en el suelo, y empezó a disparar a los que ya estaban llegando donde Lucas. En muy poco tiempo, vio que el cuerpo del niño estaba en el suelo, tirado, con el machete clavado en el ojo, y Lucas no estaba. Le inundó una alegría que le ayudó a disparar con mejor puntería todavía. Continuó disparando, creando un espectáculo de sangre, hueso y masa encefálica que salía disparada por los aires.
Ya no podía hacer nada por Lucas, la suerte estaba echada. Dejó de disparar y pensó en qué hacer. El techo de la caseta era viejo, y no sabía el tiempo que aguantaría el peso de los tres pero no mucho. Miró a la casa que estaba a dos metros de distancia, más o menos. Muy cerca de allí vio que la casa tenía una terraza.
-Voy a saltar-les comunicó el mexicano.
-No llegarás, Orlando-le dijo Shu.
-Moriremos de todas maneras. Si llego haced lo mismo que yo-y miró a las dos, en especial a la doctora, que tenía un gesto de pánico.
El soldado mexicano se preparó en el borde del techo de la caseta para saltar. Tragó saliva y se dispuso a hacerlo. Esperaba un poco de apoyo por parte de las presentes, pero no recibió nada, aunque era lógico, ya que todos necesitaban apoyo moral. Entonces, saltó. Sentía como volaba por encima de diablos que lazaban los brazos intentando cazarlo. Llegó al borde de la terraza, con el poco esfuerzo que le quedaba trepó hasta saltar al otro lado. Ya estaba en la terraza, ¡estaba a salvo! Les indicó con la mano que saltará la siguiente. Así lo hizo la doctora, que pasando por más dificultades que Orlando, pudo llegar a la terraza. Por último saltó Shu, que llegó sin problemas, gracias a su capacidad atlética.
-Bien hecho-felicitó el mexicano-. Ahora vamos dentro.
Corrieron los ventanales de la terraza y entraron en una habitación. Cerraron tras de sí, y el mundo diabólico de fuera se fue de sus vidas. Shu y Orlando hicieron un reconocimiento de la sala, y no había nadie; sólo ropa por los suelos, y maletas a medio preparar. Por lo visto, los que vivían allí estaban a punto de irse antes de todo el desastre.
Movieron el armario hasta la puerta con el fin de prevenirse de la entrada de los de afuera, y reposaron por fin. Shu y Samantha se tumbaron en la cama, mientras que Orlando reposó en el suelo, con una almohada improvisada de ropa. El mexicano haría de guardia. Estaban algo calmados, incluso sabiendo que los seres de afuera estaban acechándolos.
El amanecer les daría una visita más agradable, con la luz del sol. A pesar de eso, la luz del gran cometa también les dejaba a los seres del exterior verles mejor también a ellos.
Saltó y fue a la ventana. Chistó a sus amigos y éstos empezaron a entrar. Justo en ese momento, los endemoniados de afuera dejaron de estar distraídos. Primero pasó la doctora. Shu pasó después. Faltaba Lucas. Orlando se asomó por la ventana y le vio luchando contra uno de esos seres; le clavó su machete por la boca, y en menos de un segundo desapareció de allí. Al mexicano no le dio tiempo a gritar su nombre.
-¿Y Lucas?-preguntó Shu, histérica.
-Se ha ido.
-¿Cómo que se ha ido? ¡No podemos dejarle ahí fuera!
-Créeme, estará bien-y se le erizó el vello al decirlo-. Ahora, ¡subid!
Samantha subió primera. Después Shu. Por último Orlando, que casi se colgó de un salto. Cuando ya estaba casi arriba notó que tiraban de él hacia abajo con una fuerza descomunal. Gritó y alarmó a las chicas. Shu y Samantha le sujetaron de las axilas y le intentaron subir. Con eso y con las patadas que propinó a su captor, logró subir al techo. Tan rápido como pudieron, cerraron la trampilla y se insonorizaron los bramidos coléricos.
Estaban exhaustos, asustados y derrumbados. Orlando agarró su Sniper, puso la mira de visión nocturna y apuntó. Casi se viene abajo de lo que vio: unos treinta de ésos locos estaban ocupando el lugar. Muchos estaban como perdidos, sin saber dónde ir, otros daban saltos con las manos alzadas, intentando llegar a ellos, y otros corrían persiguiendo a Lucas.
El soldado iba pegado a la pared de la casa, esquivando los que se ponían por delante, forcejeando con los que le agarraban. Finalmente, llegó a torcer la esquina y se paró.
“¿Qué te pasa? ¡Sigue, joder!”, se decía Orlando mientras apuntaba.
De repente, vio cómo Lucas forcejeaba con una niño lleno de locura que se lanzaba a su cuello, y ambos cayeron al suelo. No podía disparar, ya que se zarandeaban mucho. Era buen tirador, pero un fallo así podría ser fatal para su amigo. Miró más allá de los que estaban luchando en el suelo, y empezó a disparar a los que ya estaban llegando donde Lucas. En muy poco tiempo, vio que el cuerpo del niño estaba en el suelo, tirado, con el machete clavado en el ojo, y Lucas no estaba. Le inundó una alegría que le ayudó a disparar con mejor puntería todavía. Continuó disparando, creando un espectáculo de sangre, hueso y masa encefálica que salía disparada por los aires.
Ya no podía hacer nada por Lucas, la suerte estaba echada. Dejó de disparar y pensó en qué hacer. El techo de la caseta era viejo, y no sabía el tiempo que aguantaría el peso de los tres pero no mucho. Miró a la casa que estaba a dos metros de distancia, más o menos. Muy cerca de allí vio que la casa tenía una terraza.
-Voy a saltar-les comunicó el mexicano.
-No llegarás, Orlando-le dijo Shu.
-Moriremos de todas maneras. Si llego haced lo mismo que yo-y miró a las dos, en especial a la doctora, que tenía un gesto de pánico.
El soldado mexicano se preparó en el borde del techo de la caseta para saltar. Tragó saliva y se dispuso a hacerlo. Esperaba un poco de apoyo por parte de las presentes, pero no recibió nada, aunque era lógico, ya que todos necesitaban apoyo moral. Entonces, saltó. Sentía como volaba por encima de diablos que lazaban los brazos intentando cazarlo. Llegó al borde de la terraza, con el poco esfuerzo que le quedaba trepó hasta saltar al otro lado. Ya estaba en la terraza, ¡estaba a salvo! Les indicó con la mano que saltará la siguiente. Así lo hizo la doctora, que pasando por más dificultades que Orlando, pudo llegar a la terraza. Por último saltó Shu, que llegó sin problemas, gracias a su capacidad atlética.
-Bien hecho-felicitó el mexicano-. Ahora vamos dentro.
Corrieron los ventanales de la terraza y entraron en una habitación. Cerraron tras de sí, y el mundo diabólico de fuera se fue de sus vidas. Shu y Orlando hicieron un reconocimiento de la sala, y no había nadie; sólo ropa por los suelos, y maletas a medio preparar. Por lo visto, los que vivían allí estaban a punto de irse antes de todo el desastre.
Movieron el armario hasta la puerta con el fin de prevenirse de la entrada de los de afuera, y reposaron por fin. Shu y Samantha se tumbaron en la cama, mientras que Orlando reposó en el suelo, con una almohada improvisada de ropa. El mexicano haría de guardia. Estaban algo calmados, incluso sabiendo que los seres de afuera estaban acechándolos.
El amanecer les daría una visita más agradable, con la luz del sol. A pesar de eso, la luz del gran cometa también les dejaba a los seres del exterior verles mejor también a ellos.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
4 comentarios:
Ufff... nos quedamos sin saber qué fue de Lucas... Espero que esa casa sea un refugio seguro, al menos durante un tiempo, aunque viendo la cantidad de zombies que merodean por los alrededores no será fácil.
Esperando la segunda parte! ^^
Sorpresa, sorpresa...!!!
La segunda parte vendrá fuerte, te lo aseguro.
Un saludo!!!
hola,soy juanmanuel,el autor de zombies en el blog http://juanmanuel-zombis.blogspot.com,cuando tenga tiempo leere vuestra historia,pero promete ser interesante,os recomiendo la mia.
saludos...
guarda pero q me lo lei todito y estubo buenisimo!!
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