Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XVI)PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Llegada fortuita

III

Un infectado se acercaba de frente a Aston. Lo derribo con rapidez y efectividad, aunque un instante después tenía encima otros dos. Cosió a balazos la cabeza de los dos que se aproximaban. De repente aparecieron otros cuantos de entre la nube negra, entre los que iban sus soldados. Aston retrocedió y se libró de ellos con efectividad. No podía entender nada de nada, estaba hecho un manojo de nervios y un verdadero lío.

Continuó presa del miedo y el asombro, mirando a su alrededor como el mundo se desmoronaba. No podía pararlo, y por primera vez en su vida como soldado, se sentía estúpido, inmovilizado imaginariamente, de tal manera que no valía para nada. No podía pensar en esperanzas, ni siquiera pensaría en desesperanzas. Todo ese caos se había presentado tan rápidamente, que aún no había podido digerirlo.

Gritos de dolor, alaridos aterradores, pasos, miles de pasos, una columna de humo negro que se extendía por el cielo, y sangre, mucha sangre… Cuerpos sin vida adornaban el suelo del campo. Pero le aterraba ver cómo sus soldados, mutilados, despertaban de nuevo con una agresividad sin igual.

“Los muertos no vuelven a la vida, ¡maldita sea!”, se decía mirando el caos que le rodeaba.

De repente, otro infectado, un soldado suyo apareció desde atrás y le agarró del brazo. Aston reaccionó rápido y contrarrestó la fuerza. El infectado tiraba hacia sí con una fuerza descomunal; pero Aston aguantaba, apretando los dientes. Aston veía cómo el infectado le iba llevando hacia su boca, y cada vez sentía más terror al mirar las fauces descabelladas de la criatura. Entonces actuó de la mejor manera posible. Asestó una patada en la rodilla al infectado, partiendo el hueso en mil pedazos. El caníbal, profiriendo un horrendo alarido se arrodilló; pero no soltó al Cabo.

En ese momento, en el cual el infectado le apresaba con menos fuerza, Aston le propinó un rodillazo en la barbilla, haciéndolo salir disparado hacia atrás y cayendo de espaldas al suelo. Después, fulminó a su enemigo de un disparo en la cabeza.

Todo era un episodio dantesco y no podía ver bien ni distinguir quién era aliado o quién no. El humo del helicóptero estrellado le estaba cegando, y además, sus pulmones empezaban a resentirse ya que el pecho le pinzaba fuertemente. Aguantó la respiración y empezó a andar, siempre apuntando por posibles sorpresas.

Por el momento, en todo lo que llevaba recorrido no se había topado con ningún infectado. Sí habían pasado cerca, pero la nube oscura también los cegaba a ellos. Golpeó sin quererlo, algún que otro miembro amputado a mordiscos que reposaba en el suelo. Torsos con sus dueños vivos, llenos de cólera, alargaban sus brazos, intentándole coger. Era increíble, sin duda, algo que nadie creería. Pero de pronto, vio cinco siluetas que se acercaban hacia él. Aunque llevara poco tiempo las conocía muy bien. Retrocedió. Entonces vio que desde atrás se acercaban otras tantas. Se paró. Apuntó a uno de los grupos. No tenía otra opción, luchar o morir.

Se lanzó a por un grupo disparando a bocajarro, a mucha distancia. Algunas de las siluetas se frenaban y tambaleaban, retomando al instante la carrera. Mientras corría gritaba sin explicación. Tal vez gritar le ayudaba a dejar de oír el sufrimiento del mundo en el que estaba. Tal vez gritar le ayudaba a disparar mejor. No lo sabía, sólo disparaba.

De pronto, una URO llegó desde atrás y barrió uno de los grupos que atacaban al Cabo. Los cuerpos salieron disparados en todas las direcciones, algunos fueron engullidos bajo las ruedas y otros saltaron contra el capó. Aston se alarmó con el impacto y se volvió, viendo ante sí el vehículo. Tres figuras armadas saltaron del mismo y empezaron a disparar a los que se acercaban. Tras una ráfaga duradera, un soldado, provisto de su mascarilla, se paró al lado de Aston.

-Suba al vehículo, Cabo-era un hombre. Aston no reconoció su voz.

Aston corrió desorientado hasta la cabina y entró de un salto en ella. Los disparos no paraban, y cada vez los oía más de cerca. Un soldado se adentró en la cabina y apuntó al exterior. Luego entró otro, y después otro. El primero que había entrado golpeó la cabina y gritó:

-¡Ya estamos!

Tras eso, la URO empezó a moverse. Aston se meneó hacia un lado, golpeándose una y otra vez contra la pared de la cabina. Un soldado estaba parado a su lado; los otros dos apuntaban al exterior.

-No se cansan estos cabrones…-decía uno.

-A la pierna y ya verás cómo no corren más-sugirió una mujer. Después, disparó, haciendo estallar la rodilla de un infectado que cayó al suelo, quedando atrás, aunque sin disminuir su furia.

-¡Buen tiro!-le felicitaba el otro.

-Ya veo a Timmy-sonó una voz desde la cabina de conductor-. Cuando le cojamos, preparaos, tendremos mucha compañía.

La URO se aceleró de pronto, parando de golpe no muy lejos. Los tres soldados disparaban al exterior mientras Aston les miraba atónito. Reaccionó y se sumó a su acción. El polvo que el vehículo había levantado con su frenazo forzoso les dificultaba apuntar con efectividad en el blanco.

-¡Timmy!-gritó la mujer.

Un soldado se acercó hacia la cabina. En su camino fue frenado por unos infectados, con los cuales forcejeó hasta librarse. De abrir el camino se ocupaban los demás. El soldado saltó a la cabina, entrando medio cuerpo. De pronto fue cogido por detrás. Soltó un grito de dolor y golpeó el suelo de la cabina, llorando. Aston disparó y le libró de su captor. Entre todos le cogieron y le subieron. Timmy se tocaba el gemelo, que tenía un buen desgarro en la piel. Sangraba como un cerdo y lloraba, mordiéndose los labios.

-¡Vamos!-gritó unos de los soldados.

La URO avanzó con un fuerte acelerón. Todos se vieron sacudidos con agresividad, cayendo al suelo. Mientras, algunos infectados se habían colgado y estaban subiendo en la cabina de atrás. Aston, al verlos se incorporó con el cuerpo dolorido y se acercó hasta ellos. Golpeó a uno en la cara y cayó rodando, dejando en la cabina parte de la estructura dentaria. Otro se lo quitaron de encima a balazos. En principio no tenían ningún colgado más.

Atravesaron la puerta de salida del Centro Militar y continuaron a más de cien kilómetros por hora, perseguidos por los incansables infectados, que soltaban gritos que incluso llegaban a parecerles palabras inentendibles, pero al fin y al cabo, palabras.

Continuará...

(XV)PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

LLegada fortuita

II

Aston no llegó hasta el científico, pues antes los infectados habían acabado con sus primeras presas y atacaban a más soldados. El Cabo no podía creer lo que su retina estaba captando, y es que cientos de personas, entre ellas militares, con conducta muy agresiva, salían del centro y atacaban a sus soldados con mucha fiereza. Sólo oía gritos, veía muerte, desesperación y mucho dolor. Una ráfaga de disparos rompió su estado de alucinación. Miró en la dirección de los disparos y vio como unos de sus soldados se defendía frente a cinco personas fuera de sus cabales, que se lanzaban hacia él, acorralándole. Vio cómo las balas impactaban contra los sujetos y estos no caían al suelo, con lo cual quedó más ensimismado. Después el grupo tapó al soldado con sus cuerpos, quedando de él los gritos de dolor al ser despedazado.

-¡Aston!-sonó la voz de Matt desde atrás. Después una bala pasó muy cerca de su cabeza.

Pavoroso, se echó las manos a la cabeza; después notó al lado como una persona caía con todo su peso sobre la arena del campo.

-¿Qué cojones pasa?-preguntó Matt al lado del cabo.

-Están locos, joder.

-A la izquierda-le indicó Matt.

Aston se giró y vio como una mujer, al parecer una cocinera, con su traje totalmente ensangrentado, a la cual le faltaba media cara, se lanzaba a por él con los ojos llenos de furia. Sin dudarlo, Aston apuntó y lanzó una ráfaga directa a su pecho. Los agujeros apenas se notaron entre la mancha de sangre que ya llevaba. Además, los disparos no frenaron en absoluto a su atacante. No le dio tiempo a reanudar otra tanda de disparos y la mujer se le echó encima, con la boca abierta, enseñando sus dientes ensangrentados. Cayeron y forcejearon. La mujer le vomitó sangre directamente en la máscara, y la visión ya reducida que tenía, se redujo de tal manera que no pudo ver nada.

Matt, que lo estaba viendo, agarró a la mujer por los hombros y le levantó, dejando libre a su amigo. De repente, la mujer se liberó, se giró y con una ira desmesurada, se lanzó al cuello del soldado. Sus fuertes dientes atravesaron la ropa y mordieron con fuerza su piel. Matt gritó intentando separar a la loca que le mordía. La mujer no se soltaba y se agarraba a él con muchas ansias. En su ataque, Matt perdió la máscara, mostrando otro rostro más de la muerte. Aston se quitó con asco la máscara pudiendo así volver a ver la dramática realidad. Pudo ver el rostro de Matt, lo cual le marcó profundamente.

Pegó una patada a la mujer, la cual salió disparada a un lado. El cuerpo de Matt cayó al suelo, tambaleándose como un gusano. Todo el mundo de Aston se estaba viniendo abajo. Sus soldados estaban siendo masacrados por personas fuera de control y estaban en clara desventaja contra sus oponentes. Ya no servía estrategias ni buenos entrenamientos. Ahora tocaba sobrevivir y eso Aston lo tenía que conseguir.
Miró con espanto el cuerpo sin vida de Matt, y fue retrocediendo, mirando a su alrededor cómo sus soldados caían, y cómo sus únicas soluciones no atajaban a la muchedumbre enloquecida. De repente, la mujer de antes le atacó de nuevo. Recorrió a balazos su cuerpo, y detectó rápidamente su punto débil cuando una única bala impactó en su cráneo, ya que dejó de moverse y cayó redonda al suelo. Sin apenas reaccionar tenía otros dos de frente. Esta vez los derribó con rapidez. Fue retrocediendo, mirando todos los posibles puntos de ataque a su alrededor.
Justo enfrente, Matt se levantó del suelo. Yo no era el mismo, estaba lleno de furia, de rabia, y tenía toda la pinta de querer despacharse con él. Antes de que empezara a correr, le disparó directo a la cabeza. Ya no lo dudó, empezó a correr lejos de la masacre.

-¡Aquí, Cabo!-le gritaban desde no muy lejos.

Unos soldados le indicaban con los brazos que se acercara hasta el helicóptero, cuyas hélices empezaban a ponerse en marcha. Pero de nuevo, toda su esperanza por salir de esa situación se fue al traste cuando un grupo de una decena de infectados se aproximaba al helicóptero siguiendo a tres soldados que corrían, huyendo.

-¡Arriba, arriba!-gritó, desesperado un soldado mientras veía inevitable la llegada de los infectados.

Como era de esperar, los infectados dieron caza a los tres soldados que perseguían; pero además, lograron adentrarse dentro del helicóptero, atacando a los ocupantes. El aparato empezó a levitar, mientras en el interior se disputaba una lucha encarnizada. Aston miraba, casi rozando la locura como los cuerpos de sus soldados y de los infectados caían desde el aparato. A pesar de caer de una altura considerable, los infectados continuaban devorando los cuerpos ya sin vida de los soldados. Aston observaba cada uno de los locos que les atacaban y no fallaban en ningunos alguna herida sangrante o algún miembro amputado, o incluso algún hueso al aire o bien atravesando la piel. Sus alaridos coléricos, con esa intensidad no eran posibles en el ser humano. El Cabo deseaba despertar de esa pesadilla que le estaba desquiciando.

El aparato subió unos diez metros sobre el suelo; pero entonces empezó a hacer extraños movimientos oscilantes. Otros dos cuerpos cayeron impactando con el suelo a una fuerza titánica. Dejó de prestar atención al helicóptero cuando vio arrastrase a sus soldados fallecidos, los que cayeron desde el helicóptero, ya transformados. Estaba absorto en pensamientos inexplicables cuando notó los pasos aligerados y el gemido de gorgoteo de un infectado, desde detrás. Sin poder averiguar hacia qué lado era más seguro apartarse, se volvió girando sobre sí mismo, aferrado con fuerza a su fusil.

Fue una visión rápida. Notó que su cuerpo se frenaba, oyó el crujir de los huesos y una figura cayó a un lado. Entre los borbotones de sangre que derramaba el cráneo pudo distinguir quién era: el Teniente Hopkins. Sumido en su caos mental, el helicóptero empezó a perder estabilidad y estaba cayendo. Definitivamente, una gran explosión que barrió cuerpos sin vida y deslizantes, aconteció posterior al impacto del helicóptero contra el muro del Centro Militar. Aston se tiró al suelo y fue cubierto por una nube espesa, negra como el carbón.

Con la cara clavada en la arena y los oídos puestos en el ambiente, percibió la fiereza con que las llamas rugían. Se levantó intentando salir de la nube tóxica que le cubría. Cuando su visión se aclaró, vio cómo el helicóptero había impactado y bajo las llamas quedaban los restos del esqueleto, deformados por los fulgurantes azotes del fuego. Del lugar del impacto salían cuerpos calcinados, bañados en llamas que corrían en todas direcciones y cuerpos que se deslizaban por el suelo, siendo antorchas humanas.

Continuará...

(XIV)PARTE II: EL Principio del Fin. Apocalipsis.

Llegada fortuita

I

El rugir del motor del helicóptero y el sonido de las oscilaciones de las hélices ya no significaban nada para Aston. Su experiencia en misiones de paz, llevando a su cargo a muchos soldados rasos, había hecho de él un verdadero profesional, volcado siempre en su trabajo. Todos los soldados iban agarrados por el cinturón, y ninguno, excepto Aston, se había levantado de su asiento.

Aston se acercó hasta la cabina para recibir datos acerca de la llegada al centro.

-En cinco minutos estaremos en el objetivo-dijo el piloto.

-Muy bien, buen trabajo-le felicitó Aston, dándole una palmada en el hombro-. Te has ganado unas cervezas.

-¡Fresquitas por favor!-rogaba en tono sarcástico el copiloto.

-Sí, porque ya empieza a notarse el puto desierto-dijo el piloto, riendo.

Aston abandonó la cabina y se fue desplazando casi a zancadas y tambaleos hasta sus soldados. Se agarró a una barra del techo del Super Satllion, y tras sentirse cómodo, les comunicó a los expectantes soldados:

-Váyanse poniendo las máscaras, en menos de cinco minutos aterrizaremos. No tengo que avisarles de nada, saben cómo es el trabajo conmigo, asique cíñanse a los mandatos, nada más. Suerte…

Al instante, todos empezaron a ponerse las máscaras anti-gas y se armaron de valor y ganas como Aston les había inculcado en otras misiones.

Cuando estaban llegando, el aparato volador empezó a frenar en suspensión. Las hélices continuaban moviéndose a la misma velocidad que antes, pero a diferencia, el helicóptero daba vueltas, bajando hacia la marca del helipuerto del centro. Aston estaba asomado a la puerta y el viento del movimiento activo de las hélices le golpeaba el cuerpo, tambaleándole un poco. Tuvo una visión suficiente sobre el centro para ver que algo pasaba allí. No había nadie, no había movimiento, y el Campo de Tiro, donde iban a aterrizar estaba desierto, y a esas horas, era normal que los soldados estuvieran practicando tiro. Con su interior algo inseguro, se puso la máscara y agarró el fusil. Estaban preparados.

Antes de que el Super Stallion llegara a tierra, uno a uno, los soldados fueron saltando y se fueron movilizando como tenían ordenado. En primer lugar tenían que hacer el reconocimiento del lugar. Posteriormente, observarían en detalle. Así lo hicieron, y apuntando con su arma, en formación de ataque, iban buscando algún rastro de vida por el campo. En último lugar salió Aston. Les dijo a los operarios que esperaran ahí, que si pasaba algo les notificaría en todo momento.

El despliegue había sido tremendo y excelente, lo cual hacía notar lo bien que Aston enseñaba a sus soldados. Por un momento sintió orgullo, luego borró ese sentimiento, ya que no debía sentirlo hasta que la misión no hubiese sido un éxito.

-Nada, señor-le dijo un soldado. Por su tono de voz, algo distorsionado por la máscara, pudo distinguir perfectamente que se trataba de Timothy.

Aston asintió y el soldado se marchó, continuando su trabajo. El cabo empezó a andar pasando entre la muchedumbre de soldados que registraban hasta por debajo de los tanques. Aston había estado en muchas misiones y la experiencia le había dotado con la gracia de sentir en el ambiente que algo no andaba bien. Entonces vio un grupo de unos diez soldados agolpados tras la puerta doble de metal, la cual comunicaba con el interior del centro. Un soldado del grupo se acercaba a toda prisa hacia él.

-Venga, señor, tiene que verlo-le dijo a medio camino, y cambió de rumbo, volviendo hacia la puerta.

Aston le siguió, a paso relajado. A medida que se iba acercando, iban notando como el suelo temblaba. Después, a los temblores del suelo le seguían golpes fuertes contra el metal de la puerta. Y más cerca aún, escuchaba cientos de gritos peliagudos. Asomando desde el hueco del suelo, un charco de sangre coagulada les terminó de causar el temor que los demás indicios no habían conseguido.

-¿Qué está pasando?-preguntó el cabo-. Informe rápido, soldados.

-No lo sabemos. No hemos querido hace nada sin su consentimiento-dijo una mujer.

-Cuando llegamos ya se oía este jaleo-dijo otro.

-Es preocupante-susurró uno al lado del cabo.

Aston escuchó más en detenimiento los alaridos que atravesaban el grosor de la puerta y se extrañó muchísimo. Nunca había oído algo así; nunca de un ser humano. No podían quedarse parados, con lo cual Aston tomó la determinación de abrirla. Pero antes de ordenar nada fue interrumpido por un soldado a lo lejos, desde atrás:

-¡Disculpe, señor!

Aston se giró y vio a un soldado que sostenía de las axilas a una persona con una bata de laboratorio, que aparentaba estar muy débil.

-¡Tenemos a uno!

Aston empezó a andar en dirección al hallazgo, dejando a los otros con la duda de qué debían hacer.

-¿Qué hacemos al final?-preguntó un soldado.

-Abran la puerta y calmen a esa gente-les ordenó Aston casi sin prestar atención.

Los soldados atendieron al mandato y empezaron a girar el pomo. Les costó un poco; pero en cuanto una de las puertas cedió un poco de manera normal, ambas puertas se abrieron de manera agresiva. Los soldados retrocedieron, apuntando al interior del centro. Apenas pudieron reaccionar, pues tuvieron encima a cientos de infectados, ávidos de carne humana. Su agresividad había aumentado, y en menos de un minuto habían acabado con los soldados que los liberaron. Los gritos de muerte de los soldados y los alaridos de los infectados alarmaron al resto de los allí presentes, desatando así una batalla campal en toda regla.

Continuará...

(XIII) PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

00:00

El tiempo había acabado. Aún así, cuando ambos salieron de la cortina de polvo, vieron cerca las escaleras de la mezquita. Muy cerca de la puerta, pero desde afuera de la mezquita, estaba Chuck, disparando a bocajarro entre ceja y ceja a los infectados que se acercaban. Shu, con una pierna dentro y otra fuera, disparaba ráfagas, ayudando al noruego.

Lucas, al verlos sintió bienestar. Pero muy poco duró su tranquilidad, ya que desde el lado se acercaba un infectado a una velocidad vertiginosa. Chuck, al verlo, se dispuso a ayudar; golpeó con el codo a un infectado que tenía cerca y lo redujo. Corrió escaleras abajo y sin parar disparó al infectado. No acertó en la cabeza, acertó en el cuello; pero gracias a ello, el infectado se frenó, dio un giro de 180˚ y se quedó con el cuerpo tenso.

-¡Vamos, Lucas!-gritaba Chuck, dejándose la voz.

Lucas volvió en sí y reanudó la marcha, con Steve agarrado. En poco tiempo adelantó a Chuck, que se quedó mediando con los infectados que se acercaban. El noruego se estaba quedando sin munición, lo cual les ponía en un aprieto; tenía cargadores pero no tenía tiempo para cargar el revólver. Mientras subía las escaleras lanzó una patada a un infectado que cayó rodando y se llevó consigo a otros que le seguían detrás. Disparó dos veces más y continuó corriendo detrás de los dos soldados. Empujó a otro que se estaba echando encima de Lucas y Steve, y después se vio ayudado por la asiática, que disparaba a la vez que gritaba. Lucas y Steve se adentraron en la mezquita, mientras Shu y Chuck contenían los furiosos de afuera.

-¡Entra ya, Shu!-le ordenó Chuck gritando por encima del jaleo.

Shu asintió. Empezó a retroceder sin dejar de disparar. Finalmente entró. Chuck la siguió muy de cerca. Pero cuando estaba a punto de entrar, giró la cabeza y vio a Orlando, con la ropa hecha jirones, ensangrentada, que le miraba con los ojos inyectados en sangre y movía los mofletes a una velocidad fulminante debido a su respiración acelerada. Por un momento se quedó petrificado, pero reaccionó rápido y apuntó. Cuando llevó hasta el final el gatillo sonó un clic.

“¡Mierda!”, se dijo el noruego.

Entonces Orlando se lanzó a por él. Rápidamente dribló el ataque, aunque el mexicano le apresó de la mochila y le lanzaba hacia atrás con una fuerza inmensa. Frenético, quitó los broches de la mochila y salió disparado hacia delante como fenómeno de acción-reacción. Orlando hizo lo mismo, a diferencia de que fue en sentido contrario. Chuck no perdió el equilibrio y entró en la mezquita. En ese momento, el edificio siniestrado por la explosión se vino abajo levantando un estruendo tremendo, junto con olas enormes de polvo y lluvia de escombros.

Cuando Chuck estaba dentro de la mezquita, Shu y Lucas movieron la puerta para cerrarla. Sin dudarlo, Chuck se sumó a la acción, aunque estaba sofocado. En el exterior había miles de infectados, muchos habían logrado llegar a la puerta. Por ello, la puerta no podía ser cerrada ya que los brazos de los infectados que habían llegado más lejos se habían metido por el espacio abierto. Los brazos se iban multiplicando por segundos, y presionaban con muchísima fuerza en dirección contraria a la de los soldados. Los doblaban en número, su fuerza era mayor, con lo cual terminarían entrando.

-¡Doctora, ayúdenos!-le rogaba Lucas a Samantha.

La doctora, presa del pánico de la situación, se había alejado lo más posible de la puerta, refugiándose en una esquina. Los soldados empujaban con todas sus fuerzas, aunque notaban que nada merecía la pena ya que la puerta estaba cediendo. Los alaridos coléricos del exterior se multiplicaban, al igual que los golpes y la fuerza contra la que luchaban los soldados.

-No podemos hacer más, joder-gritaba Shu, empujando con más fuerza.

-No os rindáis-les apoyaba Lucas. Los nervios estaban empezando a atacarle.

La doctora, a la cual le temblaba todo el cuerpo, retrocedía más y más pensando que así podría salvarse. De repente, oyó bajo sus pies el crujir de madera. Miró hacia el suelo. Había una alfombra árabe. Pisó aposta con fuerza y oyó más fuerte el sonido de madera cuando el suelo era de cemento. Histérica porque los soldados ya no podían más, se agachó y levantó la alfombra. Ante sus ojos apareció la salvación. Una trampilla en el suelo que parecía estar abierta. Agarró la cuerda y tiró hacia arriba, dejando abierto el camino que les salvaría la vida…, por el momento.
-¡Hay salida! ¡Salida!-les gritaba la doctora dando saltos de alegría.

Los soldados luchaban con todas sus fuerzas por cerrar la puerta, pero ya era algo imposible. Unos cuantos infectados empezaron a meter medio cuerpo dentro de la mezquita, con lo cual ya no tenían mucho más que retrasar. Lo doctora les gritaba una y otra vez que había encontrado una salida, pero el jaleo impedía que les llegara lo que les decía. Por ello, empezó a correr hacia la puerta, venciendo su pánico. Se paró de llenó cuando vio a Orlando con la mitad del cuerpo dentro de la mezquita. El mexicano abría y cerraba su boca, y meneaba los brazos en todas las direcciones.

-¡Doctora, ayúdenos, maldita sea!-le gritó Chuck.

Samantha reacción y les comunicó:

-¡He encontrado una trampilla! ¡Es nuestra única salida!-tras eso, se dispuso a coger a Steve, y ambos empezaron a andar hacia donde estaba su salvación.

-¡Muy bien, Shu, corre!-dijo Lucas empujando con fuerzas titánicas.

-No, estoy harta de que me tratéis como a una niña por el simple hecho de ser mujer. Ve tú, estás herido. ¡Vamos!

Lucas vio como la asiática empujaba con más fuerza aún y fue entonces cuando empezó a correr siguiendo a la doctora.

-¡Vamos, Shu, ahora tú!-dictaminó Chuck.

La puerta empezó a ceder, tanto que Orlando y otro infectado llegaron a entrar. Shu al ver a su compañero notó que el corazón le daba un vuelco. Sintió mucha pena al verlo como era ahora.

-¡Dispara!-bramaba el noruego viendo que sus fuerzas eran superadas con creces.
Oponiéndose a sus sentimientos, Shu empezó a disparar a los dos infectados que se colaron en la mezquita. Uno cayó al instante. Orlando exclusivamente recibió un par de disparos en el pecho. Entonces, la asiática volvió a disparar y esta vez no falló. Una ráfaga plantó la cara del mexicano de agujeros de bala, que supuraban sangre. Seguidamente, empezaron a entrar más.

-¡Vamos, Chuck!-llamó Shu al noruego.

Rápidamente, el noruego soltó la puerta, la cual se estampó contra la pared, haciendo que cayeran directos contra el suelo los infectados que presionaban desde el otro lado. Chuck corrió como un energúmeno, dejando detrás a Shu, que disparaba a los infectados que se acercaban iracundos y hambrientos.

-¡Corre, Chuck, corre!-gritaba espantada Shu desde detrás.

Los infectados se empezaron a extender por la mezquita como el agua en un recipiente. Se tropezaban y volvían a levantarse rápidamente, ya que no querían perder sus presas.

Chuck vio cómo Lucas iba bajando por la abertura del suelo. Lucas al ver la cruda situación que tenían les avisó:

-¡No tiene mucha distancia al suelo! ¡Tiraros de golpe!-y despareció en el subterráneo.

Chuck iba llegando a la abertura cuando vio que tenía prácticamente encima a los infectados por un lateral. Miró hacia atrás y vio que venía Shu. Se paró y asestó un puñetazo a una mujer llena de ira que se acercaba. Shu le miró por la locura que estaba haciendo y le gritó que siguiera. En poco tiempo, los infectados estaban rodeándoles. Shu a una distancia prudencial se deslizó por el suelo y entró de golpe en la abertura. Chuck abatió a golpes un par de infectados más y corrió hacia la abertura del suelo. A un ritmo desorbitado, se agachó y empezó a bajar por las escaleras. Agarró la cuerda y empezó a cerrar la trampilla por encima de su cabeza. Le faltó muy poco para que un infectado le mordiera la mano en su intento por cerrar la trampilla. Al cerrar con tanta fuerza, la cabeza del infectado fue aplastada y murió al instante. Como le obstaculizaba el cerrar, apartó la cabeza destrozada y cerró al final con cierta dificultad por los infectados que los buscaban arriba.

Continúa...

A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/