Un estudio clandestino de los bioterroristas desatará el Apocalipsis Z

SINOPSIS

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.

(XIX)PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Atrapados

Lucas sentía que estaba perdido en una inmensidad totalmente desconocida. Los gritos iracundos de sus persecutores desde detrás de la puerta, acompañados de los golpes intensos que retumbaban le hacían imaginar que estaba encerrado en una campana. Ante sus ojos se encontraba un gran habitáculo rocoso que servía en parte como almacén de cajas y barriles de contenido desconocido para el soldado. A unos cinco pasos desde donde estaba, empezaba un camino de baldas de madera que continuaban hasta la lejanía y desaparecían tras una puerta maciza de metal que estaba abierta.

Chuck había cargado su revólver y apuntaba a la puerta que estaba siendo atacada por los infectados. Desde atrás, Shu hacía lo mismo. La doctora permanecía paralizada por el pánico junto al doliente Steve. A pesar de que la puerta de entrada parecía firme y segura, la fuerza de cientos de cuerpos sobre la superficie la estaban haciendo temblar. A su vez, la fuerza ejercida estaba empezando a rajar la roca que rodeaba la puerta y piedras de pequeño tamaño empezaron a salir disparadas de las grietas que se estaban abriendo. La tensión estaba inundando el estado anímico de los soldados, los cuales se mantenían temerosos, apuntando a la puerta, sin saber qué más hacer.

Lucas, que intentaba buscar de manera desesperada una salida, comenzó a correr por el camino de baldas. En su camino sintió el alivio de perder por momentos los golpes de los infectados que los buscaban a toda costa. Se dirigía a una puerta metalizada de color amarillo cuyo cierre era con manivela. La pesada y gruesa puerta estaba abierta. Lucas se arrojó contra la puerta entreabierta y sintió un fuerte dolor de huesos en su choque, aunque al final acabó moviéndola. No se dio tiempo a recomponerse y pasó a la sala que le esperaba tras la puerta amarilla.

Nada más adentrarse notó un fuerte golpe en la boca del estómago que le dejó sin respiración por segundos. En esos momentos angustiosos llegó a perder hasta la capacidad de audición, de tal manera que cayó de rodillas agarrándose el estómago. Tenía la boca abierta con la finalidad de captar aire pero le era imposible. Se sentía acalorado, y también sentía que no estaba sólo. Miró a su alrededor con los ojos fuera de sus órbitas y sin poder articular ni un solo sonido tres figuras aparecieron por encima del nivel de su cabeza y le zarandearon. Una de ellas le arreó una patada en las costillas, lo cual le hizo caer al suelo medio inconsciente. Le voltearon y empezaron a inmovilizarle las manos y los pies. Recuperó la respiración, y fue entonces cuando recuperó el dolor en todo el cuerpo. Apenas podía gritar ni prestar atención más que al dolor de costillas que tenía. Tras eso, le voltearon de nuevo y pudo ver que se trataba de soldados israelíes, tapados con máscaras anti-gas. Los tres soldados israelíes salieron de la sala hacia donde estaban sus compañeros. Lucas intentó gritar para advertirles pero cuando lo hizo un pinchazo muy doloroso que lo atravesó le impidió soltar ni una palabra, únicamente exhaló su último aliento.

Los soldados israelíes salieron armados con sus M16 dispuestos a matar a los intrusos que estaban en la sala principal. No sabían perfectamente qué era la causa de los sonidos desde detrás de la puerta, aunque conocido el brote podían imaginarse que se trataba de los infectados. Apuntaron y llevaron el dedo en torno al gatillo. Las figuras que apuntaban a la puerta estaban temblorosas apuntando a la puerta metalizada que soltaba alaridos coléricos nada simpatizantes. Uno de los soldados israelíes lanzó una advertencia en su dialecto, causa que no tardó en alertar a Chuck y a los demás. En ese momento, Chuck y el resto se vieron apuntados por tres fusiles, sujetados por personas que iban vestidas de soldados. La doctora se echó al suelo, exclamando un “no quiero morir”, seguido de lloros y temblores que por poco no provocaron un terremoto. Steve buscó inconscientemente un arma en su cintura y no encontró nada. Miró como el cañón del fusil le daba la bienvenida al otro barrio. Chuck apuntó tensando todos los músculos de su brazo, y lanzando improperios y preguntas que no tenían respuesta. Shu apuntaba con su fusil recorriendo su campo de visión. Estaban en desventaja. Pensaron en Lucas. No le vieron. Se temieron lo peor. Shu le llamó a gritos, deseando obtener una respuesta que fuera seguida de una entrada triunfal de héroe que les salvara del aprieto donde estaban metidos. Para desgracia de todos, no hubo respuesta.

Los soldados israelíes se desplegaron por los laterales sin dejar de apuntarles. Les lanzaban advertencias en tono cada vez más alto y autoritario, y poco a poco se iban acercando. Chuck y Shu apuntaban sin saber qué hacer ni a quién disparar, de hecho si disparaban a uno les coserían a disparos, aunque tal vez, si no disparasen también lo harían. Los soldados israelíes se pararon a unos cinco metros y a la vez que les hablaban en su dialecto les señalaban las armas y luego al suelo.

-¡Quieren que tiremos las armas!-exclamó Shu a Chuck.

-¡Ni lo soñéis, cabrones!

-¡Debemos hacerlo Chuk, joder, es la única solución!

-¡Hazlo tú si quieres, no cuentes conmigo!

Shu dejó de apuntar y se agachó para dejar el arma en el suelo.

-¡Vamos, Shu, no la cagues, te tengo bastante valorada como soldado!-le gritó Chuck sin dejar de apuntar.

Finalmente, Shu dejó el fusil en el suelo y levantó los brazos. Después miró a Chuck con cara de pánico.

-Chuck…, por favor-le suplicó Shu, mientras un soldado se acercaba para coger su M4.

Chuck, nervioso apuntó al soldado que se acercó. Cuando vio que no supuso ningún peligro volvió a apuntarlos a todos sin perderlos de vista. Los soldados insistieron de nuevo gritando sus mandatos y apuntando sobre el noruego los tres a la vez. Chuck notó como se cargaban todos los músculos de su espalda y el antebrazo, y los deseos de apretar el gatillo le iban predominando en la cabeza. Parecía que se había olvidado de los infectados, parecía que por un momento estar siendo apuntado por tres soldados con todas las intenciones de matarlo le daba más paz que estar siendo perseguido por los infectados. Se sentía bien, y eso le recordaba quién era. Su amor por el ejército le había hecho llegar hasta donde había llegado, le había ayudado a ser un buen soldado. Lo excitante que le parecía agarrar su revólver y apuntar a un enemigo no era comparable con una noche en buena compañía; sin duda era mejor. Entonces se percató de la presencia de los infectados y volvió el malestar y la locura que en las últimas horas recorría su mente. Volvió a la realidad. Sintió que no estaba sólo y que sus acciones tal vez perjudicasen a los demás. Frenó la furia interna y dejó el revólver en el suelo. Lo pegó una ligera patada y lo mandó a los pies de uno de los soldados israelíes.

De repente, otros cinco soldados entraron a la sala armados con sus M16 y se acercaron a los otros tres. En poco tiempo, todos estaban amordazados y atados de pies y manos. Fueron guiados de malas maneras por el camino de baldas hasta que atravesaron la puerta amarilla de metal. Uno de los soldados la cerró a cal y canto y giró la manivela hasta que chirrió y no pudo moverse más.

Les dirigieron por unos pasillos estrechos de rocas y abundante humedad sin decir ni una palabra. Hasta que llegaron a una puerta que tenía un dispositivo electrónico a la derecha a una altura media. Uno de los soldados sacó una tarjeta y la pasó por el lector. Un sonido electrónico fue seguido de la apretura de la puerta hacia arriba. Todos pasaron y la puerta se cerró de la misma manera en que había sido abierta.

Continuaron caminando por unos pasillos largos, de paredes y suelo blancos, hasta que el camino terminaba en un enorme hall con gran cantidad de puertas en todas sus paredes. Caminaron por el hall sin apenas pararse a prestar atención y continuaron por otro pasillo estrecho. Torcieron en la primera esquina, dejando de frente el elevador. El camino les llevó hasta lo que parecían las cárceles. Metieron juntas a la doctora y a Shu, y juntos a Steve y a Chuck. Después, les liberaron y se fueron dejándoles a solas en las oscuras y silenciosas celdas del complejo subterráneo.

-Bienvenidos al infierno…-sonó la voz de un hombre desde la penumbra de la esquina de una de las celdas contiguas.

Por su áspera voz denotaba que era un fumador empedernido de cuarenta cigarrillos diarios. Era un varón de edad avanzada, de silueta flácida y poco tonificada, como marcaba la oscuridad de la esquina sobre la que se encontraba. La bombilla que colgaba del húmedo techo no alumbraba más allá de un radio de unos dos metros, con lo que la visión del habitáculo era bastante reducida; de hecho, Chuck y Steve, ambos en la misma celda no alcanzaban a ver a Shu y la doctora Samantha, quienes estaban en la celda de enfrente.

-El infierno ha resurgido sobre la faz de la Tierra y nos está dando de lleno en toda la boca-continuó la silueta, y con esa expresión todos los presentes notaron en su voz un tono oriental muy marcado.

-¡No me digas!-ironizó Chuck en la misma posición en que los soldados israelíes le habían encerrado.

-Podéis imaginaros tan solo un poco qué es lo que está ocurriendo. Pero no sabéis lo que es cargar con parte de la culpa de todo lo que está pasando. Es más, no podéis haceros ni la más mínima idea del pánico que da conocer que no se puede parar de ninguna manera y que en menos de una semana todo el mundo estará padeciendo esto.

-Amigo, tienes que tomarte la medicación-dijo Steve soltando una sinuosa carcajada entre dientes.

-No, espera. ¿Cómo es que conoces todo eso?-quiso saber Shu-. ¿Trabajabas aquí? ¡Cuéntanos todo, por favor, te lo suplico!

La silueta empezó a temblar bajo la penumbra que la cubría. Poco a poco fue imperando una carcajada que incomodó al resto de los encarcelados. La carcajada acabó pues el hombre empezó a toser desde lo más profundo de su pecho. Tras reposar del dolor de pecho que la tos le provocó, habló por fin:

-En otra situación te pediría algo a cambio, ahora sé que no hará falta nada material con lo que contábamos antes. Créanme, solamente nos queda una cosa: huir. Todo empezó hace un año aproximadamente…

Continúa...

HASTA EL 2010...

Siento que el blog esté más abandonado, estoy bastante liado con el curro y la universidad, pero os prometo que la historia seguirá adelante por mucho tiempo.

Las cosas continúan siendo muy malas para los protagonistas en las entrada venideras. Os adelanto una serie de acontecimientos:

-Los militares llegarán a los laboratorios. Allí no van a estar solos...
-Es posible que la cura de la epidemia esté muy cerca de ellos...
-El cabo y sus soldados llegarán a Kabul, allí las cosas no serán fáciles.

Y como adelanto importante, aparece un nuevo personaje, muy misterioso, que puede hacer empeorar las cosas entre los militares.

¡¡¡FELICES FIESTAS A LOS LECTORES Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!!!

(XVIII)PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Las catacumbas de Qandahar

Lucas deseaba que a la oscuridad le acompañara el silencio, la tranquilidad; pero sus deseos no eran órdenes, con lo cual tenía que valerse de permanecer vivo y de nada más. Sobre sus cabezas reinaba un verdadero caos, y los que se habían salvado de los infectados no dudaban que sus captores pasaran la trampilla y les atacaran de nuevo. Lucas se tenía que conformar con los alaridos y los fuertes golpes de los infectados, sumando al descontrol el desequilibrio emocional que los estaba absorbiendo más y más. Shu, en la caída se había raspado en un brazo y se quejaba muy dolorida por la magulladura sangrante que tenía. A Steve apenas se le escuchaba y la doctora lloraba presa de terror que acababan de vivir. Chuck blasfemaba y no hacía más que lanzarles insultos dañinos a los infectados, sin que estos le entendieran. Lucas no hacía nada. Estaba preocupado por tantas cosas que todo le empezaba a dar igual; pero no paraba de echarse la culpa una y otra vez de la situación en la que estaban.

Al parecer estaban en algún tipo de refugio subterráneo de la ciudad. Era un largo pasillo habilitado bajo tierra que conducía a algún lugar. Colgadas a una gran altura, en ambas paredes, había luces de emergencia que estaban encendidas. Por lo tanto, no estaban completamente ciegos. Se veían las caras, aunque era mejor que no se vieran. Cada cara demostraba desde un punto de vista personal el miedo y la desesperación.

Suspiros, sollozos, golpes de resignación, cansancio…; todo eso se palpaba en el ambiente. Era escalofriante. El olor a humedad estaba empezando a parecerles insoportable a los nuevos habitantes de las catacumbas, aunque preferían eso a estar arriba.

-Carlos…-dijo Lucas oyendo su voz repetida muchas veces debido al eco. Un nudo en la garganta casi lo dejó sin voz-, no lo consiguió-bajó la cabeza y se secó las lágrimas.

El silencio volvió a dejarles la estremecedora sintonía de los infectados en el subterráneo.

-¿Por qué no nos dejan en paz de una vez?-gritó Shu, llorando de furia.

-¡No descansarán hasta que no nos coman vivos, dios!-dijo Chuck mientras tenía la cabeza apoyada en la pared de tierra.

Lucas, calmando su agonía, se acercó a Steve, que estaba sentado en el suelo, apoyado en la pared.

-¿Cómo te encuentras, amigo?

-Hecho polvo-se movió un poco y apretó la mandíbula, doliéndose de todo el cuerpo.

-Doctora-le llamó una vez Lucas. No recibió respuesta-. ¡Doctora!-alzó más la voz, pero no tuvo respuesta.

Shu se acercó.

-Yo me ocupo, Lucas-le dijo y después se agachó junto a Steve.

La asiática sabía curar heridas, y llevaba un botiquín en la mochila, la cual aún conservaba. Empezó a curarle, mientras hablaban de lo que había pasado.

-¿Cuál es el plan ahora?-le preguntó Lucas desde atrás al noruego.

-No lo sé…-respondió secamente, derrumbado.

-Tal vez deberíamos buscar otra salida, o por lo menos un lugar seguro.

-¿Con qué fin, eh?-se giró con los ojos empapados-. Moriremos de todos modos.

-No digas eso, Chuck. Estamos jodidos, de acuerdo, pero te juro que venceremos a esos locos, te lo juro. El mundo tiene que enterarse de esto, no podemos rendirnos…

-No cuentes conmigo, amigo, acabo de saborear desde muy cerca-remarcó con tono alzado esto último-la muerte, y por cada momento que pasa empiezo a pensar que es mejor que ir huyendo sin una salida de verdad.

La cara de delirio que tenía Chuck le empezaba a preocupar a Lucas. No le dirigió una palabra otra vez, se volvió y empezó a desplegar un plan en su mente. Era muy sencillo: arriba no podían volver, y solamente podían buscar otra salida en el túnel subterráneo donde estaban, por eso decidió ir a investigar él mismo.

Lucas se movía sigiloso, dejando atrás las voces temblorosas de sus amigos. El túnel subterráneo estaba perfectamente diseñando. Tenía unas vigas de madera a forma de arco que recorrían el techo y terminaban en el suelo. Por lo demás, las paredes no eran regulares, con salientes, mientras que el suelo estaba más plano, tal vez por el trasiego que pudiera haber habido por él. El pasillo era muy largo, pero Lucas tenía la corazonada de encontrar una salida al final. Continuó, sigilosos y en defensa.

Como se imaginaba, al final del túnel encontró una puerta de metal totalmente llena de polvo, lo cual era mejor que estar llena de sangre. Eso le calmaba, aunque no mucho. Antes de llegar se había dado cuenta que oía muy mal por un oído, el izquierdo. Se tocó y tenía sangre, lo cual era preocupante. Deseó todos los males a los infectados por la razón de que podría salir sordo de un oído por esta misión, si es que salía vivo. Olvidó esos turbios pensamientos y se aproximó a la puerta.
La luz no llegaba muy bien y el polvo no daba ningún detalle de nada. Encendió la linterna del fusil y apuntó a la puerta. Entre la manta de polvo coronaba una placa, de la cual no se veía muy bien lo que ponía. Se veían letras, pero no daban ninguna coherencia. Lucas empezó a frotar con el brazo y prácticamente la gran capa de polvo desapareció, otorgando así, la mejor noticia en esos fatídicos momentos.

"Bienvenidos a los Laboratorios Crystal Labs."

Al ver la placa sintió una paz interior que había deseado recuperar desde hacía mucho tiempo. Se sentía mal por estar allí, y sobre todo por estar con sus amigos; pero irremediablemente le llamaban poderosamente las ansias por cumplir la misión y esclarecer la masacre que estaban viviendo. Totalmente excitado por la emoción volvió corriendo hacia donde estaban sus amigos.

A medida que recorría el pasillo a paso rápido podía oír que las cosas no iban bien. Cuando llegó se felicitó a sí mismo por haber acertado. Debido a su ingente fuerza, los infectados habían atravesado a puñetazos la madera de la trampilla y la estaban levantando, aunque eran un poco torpes, más bien respondían a su instinto único, el hambre y la caza, por eso no entendían de abrir ni puertas ni trampillas.

Chuck disparaba a tientas, ya que apenas podía ver una figura quieta de los infectados. La doctora seguía presa del miedo y no respondía. Shu se estaba acercando a Chuck cuando vio al soldado madrileño acercarse a toda prisa.

-¡Hay que contenerlos, Lucas!-le indicaba con la mano, mientras corría hacia el lugar.

Lucas se acercó lo suficiente como para que le pudieran oír y les gritó:

-¡Hay una puerta al final del túnel! ¡Vamos!-y Lucas empezó a correr, guiándolos.
Shu agarró a Steve, y Chuck se hizo cargo de coger a Samantha en brazos, que seguía atónita. Oyeron a sus espaldas como los infectados estaba cayendo dentro del túnel subterráneo, con lo cual estaban atrapados. Oían como los huesos se rompían en pedazos, y a pesar de ello, los pasos y gemidos coléricos les perseguían con la misma intensidad que antes. Estaban siendo unos instantes angustiosos para todos.

-¡Espero que la puerta se abra, por tu madre!-gritaba Chuck, agotado.

Cuando Lucas llegó al final agarró el pomo de la puerta, lo giró, sintiendo escalofríos por todo: por los infectados que les pisaban los talones, por Chuck y por todos, y sobre todo por su familia, ya que siempre les tenía muy presentes. En un primer intento la puerta no abrió. Lucas le propinó unas cuantas patadas blasfemando mientras se dejaba la voz. Empezó a oír las suplicas de sus amigos desde atrás. Probó de nuevo, girando el pomo al tope, y la puerta empezó a abrirse.

-¡Vamos!

Cuando todos entraron, Lucas cerró muy rápidamente, y justo a los pocos segundos el impacto puramente agresivo de los infectados volvió a perseguirles. Por los golpes, los infectados parecían estar asistiendo con mucha más fiereza porrazos contra la puerta de metal. Eran golpes tan fuertes que se romperían los huesos. Los infectados parecían torpes, pero los soldados estaban teniendo en cuenta a sus cazadores, cada vez más en cuenta…

-Bienvenidos a los laboratorios…-les comunicó Lucas, sofocado, echando un amplio vistazo al lugar donde por el momento estaban a salvo.

Continuará...

(XVII) PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Llegada fortuita

IV

Aston y el resto miraban por la cabina la columna de humo que se alzaba sobre el cielo, tintándolo de un negro carbón que impedía que el sol brillase con la fuerza que le correspondía. Las llamaradas del Super Stallion carbonizado eran las creadoras de la nube tóxica, y allí reposaban los restos del aparato, entre amasijos de metal, escombros y restos humanos carbonizados. Incluso la capa de humo iba borrando de la visión el centro, que iba quedando más lejano; pero los infectados continuaban su marcha tras la camioneta, sin apreciarse cansancio en sus acciones. Corrían alocados, profiriendo alaridos estremecedores y meneando los brazos en todas direcciones. Esa era su conducta, una conducta bastante simple, aunque aterradora.

-Señor-dijo la chica desde detrás de Aston, que observaba, atónito, los seres que les perseguían.

-¿Qué quiere?-susurró, derrumbado.

-¿Qué está pasando?

Aston no contestó nada. En la cabina quedaban los sonidos que emitía Timmy al quejarse por el mordisco que tenía en el gemelo. También les llegaba el continuo sonido de la arena siendo pisada por toneladas de hierro y los infectados soltando sus horripilantes alaridos. Nadie tenía respuestas para lo que ocurría, nadie podía contestar nada mejor que con el silencio.

-El científico ese debe saber algo-sugirió uno de los soldados mientras se quitaba la molesta máscara anti-gas.

Era Lobo, uno de los veteranos del grupo de Fellon. Tenía veintisiete años y seguía muy de cerca los pasos del Cabo. Era castaño, de ojos marrones, excesivamente musculoso y con unos paletos que delataban su belleza física. A su lado se descubrió Caitlin, una joven soldado de veintitrés años, con una brillante carrera profesional. Era muy bajita, pero ágil. Sin duda era un buen fichaje. El otro soldado que estaba junto a Timmy era Kyle, un canadiense que vivía en Texas actualmente, y que no destacaba por su buena trayectoria. Aston, que a veces era considerado el buscador de las almas perdidas, acogió al joven soldado entre sus filas con el fin de inculcarle unos métodos y saberes que cualquier soldado debe conocer y enmendar. A pesar de ello, el joven seguía siendo tan arrogante y poco colaborador como siempre.

-J.D. está conduciendo-le dijo Caitlin al Cabo.

-De acuerdo-asintió Aston, que volvía a comportarse como un líder.

Aston se acercó al otro extremo de la cabina, muy cerca de la cabina del conductor. Al otro lado oía la voz de J.D. que hacía preguntas sin dejar espacio para contestar. Se las estaría formulando al científico del que Caitlin había hablado.

-J.D., ¿qué tenemos?-preguntó Aston, alzando la voz por encima de todo el estruendo.

-La cosa no pinta bien… Tenemos combustible como para unos cien kilómetros más, esos cabrones no se cansan y aún nos persiguen, y nuestro querido Einstein no suelta prenda, está en shock.

-De puta madre…-susurró Aston, apoyado sobre la pared de la cabina, cabizbajo.
Caitlin y Lobo se habían acercado al Cabo, esperando escuchar alguna solución; pero se encontraron con un amargo silencio.

-Yo creo, señor, si no es atrevimiento, que podríamos ir a algún punto seguro más cercano antes de que anochezca. Allí ya veremos a ver qué hacemos, y cómo le sacamos algo de información al científico-dijo Lobo.

-No sé cuál es el punto seguro, ni siquiera sabemos si han habilitado puntos seguros-respondió Aston-. No recuerdo qué lugares más estaban afectados, no lo recuerdo-se golpeó la cabeza, ofuscado.

-Yo recuerdo que se estaba extendiendo al norte desde Qandahar. Tal vez Kabul aún no esté afectado, y allí se estén llevando a cabo las maniobras de rescate-propuso Caitlin-. Creo que es lo que mejor nos conviene, por lo menos antes del anochecer. No me imagino quedarme tirada en medio de la noche con esos locos pisándome los talones-se estremeció al recordar las escalofriantes imágenes que había visto hace unos minutos.

De repente, oyeron un fuerte grito de auxilio a sus espaldas, que empezó a alejarse. Cuando todos se giraron, vieron a Kyle en la apertura de la cabina y echaron en falta a Timmy. Se acercaron corriendo y vieron cómo el soldado herido rodaba por la arena, dando botes a la vez que sus extremidades se movían descoordinadas. Cuando paró de rodar por el suelo fue cazado por la manada de infectados que corría tras la URO, los cuales empezaron a devorarle.

Caitlin permanecía, paralizada, mirando como su amigo era despedazado. Lobo disparaba, llamándole insistentemente, aunque la lejanía ya apenas permitía que las balas llegaran. Aston corrió para avisar a J.D. que parase el vehículo, aunque fue parado bruscamente por Kyle, quien le miraba, desafiante.

-No dejaré que lo haga-le dijo.

-¿Cómo dice, soldado?-gritó Aston. El Cabo intentó esquivarle por ambos lados y se vio cerrado, se empezó a sentir imbécil e insultado. Sin poder detenerse a sí mismo, asestó un fuerte puñetazo al soldado.

Del golpe, unas cuantas gotas de sangre saltaron en la misma dirección hacia la que se dirigió su cara tras el impacto. Tumbado sobre el suelo y doliéndose, Kyle se fue incorporando mientras escupía un par de piezas dentales. Antes de levantarse del todo, Aston le agarró del cuello y le levantó por completo. Con todas sus fuerzas, Aston lanzó al soldado contra la pared de la cabina y le lanzó una mirada fulminante. Seguidamente se acercó a ordenar parar la URO a J.D. Pero entonces, seguido de un grito enfurecido, Kyle se lanzó sobre Aston y le derribó al suelo.

-¡Estaba convirtiéndose en uno de esos caníbales! ¡Era un peligro!-le gritaba mientras escupía sangre.

Aston, enfurecido, se levantó y se abalanzó contra él. Kyle, defendiéndose, le asestó un puñetazo en el estómago que dejó al Cabo sin respiración unos instantes, permaneciendo en posición retraída sobre su pecho. En esos instantes, Caitlin y Lobo se acercaron y cada uno agarró a los combatientes. Cuando Aston se recuperó, pretendía lanzarse de nuevo a por Kyle, aunque Lobo se lo impidió, agarrándole con fuerza del tronco. Aston propinaba fuertes zarandeos a Lobo, quien aguantaba estoicamente, escuchando muy cerca de su oído los enfurecidos gritos del Cabo:

-¡Hijo de puta, te juro que estás acabado! ¡Te voy a someter a un consejo de guerra por desobedecer y atacar a un superior, y es más, por matar a un compañero! ¡Estás acabado, cabrón!

-¡Haz lo que te salga del culo, siempre me has parecido un líder de pacotilla!-echaba más leña al fuego el soldado.

Aston estaba cada vez más furioso y deseaba agarrarle y coserle a golpes hasta dejarlo inconsciente. Sentía una furia por dentro fruto de su absurda inocencia, ya que pensó que podía hacer cambiar a ese joven con problemas. Estaba desatado, y aunque oía las blasfemias que soltaba por su boca envenenada, no podía parar lo que su mente le arrojaba a hacer. Le daban igual si eran palabras ofensivas o no lo eran, sólo le importaba que Kyle moviera los labios dirigiéndose a él con gestos de chulería que le remataban. A Aston le daba igual que Lobo estuviera siendo sacudido por los gestos iracundos que estaba liberando, le daba igual todo lo de su alrededor; lo único de interés para él era fustigar al que era su soldado raso. Lobo, sin apenas poder aguantar más las sacudidas de Aston, le empujó haciéndole retroceder varios pasos hacia detrás. Ambos se miraron fijamente. Los ojos de Aston estaban perdidos y su expresión facial estaba contraída en ira profunda.
Entonces, la URO empezó a aminorar la marcha. Tras unos segundos en que todos estaban desorientados por lo que estaba sucediendo, la voz de J.D. resonó desde la cabina del conductor:

-¡Chicos, Kabul está ardiendo!

Continúa...

(XVI)PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

Llegada fortuita

III

Un infectado se acercaba de frente a Aston. Lo derribo con rapidez y efectividad, aunque un instante después tenía encima otros dos. Cosió a balazos la cabeza de los dos que se aproximaban. De repente aparecieron otros cuantos de entre la nube negra, entre los que iban sus soldados. Aston retrocedió y se libró de ellos con efectividad. No podía entender nada de nada, estaba hecho un manojo de nervios y un verdadero lío.

Continuó presa del miedo y el asombro, mirando a su alrededor como el mundo se desmoronaba. No podía pararlo, y por primera vez en su vida como soldado, se sentía estúpido, inmovilizado imaginariamente, de tal manera que no valía para nada. No podía pensar en esperanzas, ni siquiera pensaría en desesperanzas. Todo ese caos se había presentado tan rápidamente, que aún no había podido digerirlo.

Gritos de dolor, alaridos aterradores, pasos, miles de pasos, una columna de humo negro que se extendía por el cielo, y sangre, mucha sangre… Cuerpos sin vida adornaban el suelo del campo. Pero le aterraba ver cómo sus soldados, mutilados, despertaban de nuevo con una agresividad sin igual.

“Los muertos no vuelven a la vida, ¡maldita sea!”, se decía mirando el caos que le rodeaba.

De repente, otro infectado, un soldado suyo apareció desde atrás y le agarró del brazo. Aston reaccionó rápido y contrarrestó la fuerza. El infectado tiraba hacia sí con una fuerza descomunal; pero Aston aguantaba, apretando los dientes. Aston veía cómo el infectado le iba llevando hacia su boca, y cada vez sentía más terror al mirar las fauces descabelladas de la criatura. Entonces actuó de la mejor manera posible. Asestó una patada en la rodilla al infectado, partiendo el hueso en mil pedazos. El caníbal, profiriendo un horrendo alarido se arrodilló; pero no soltó al Cabo.

En ese momento, en el cual el infectado le apresaba con menos fuerza, Aston le propinó un rodillazo en la barbilla, haciéndolo salir disparado hacia atrás y cayendo de espaldas al suelo. Después, fulminó a su enemigo de un disparo en la cabeza.

Todo era un episodio dantesco y no podía ver bien ni distinguir quién era aliado o quién no. El humo del helicóptero estrellado le estaba cegando, y además, sus pulmones empezaban a resentirse ya que el pecho le pinzaba fuertemente. Aguantó la respiración y empezó a andar, siempre apuntando por posibles sorpresas.

Por el momento, en todo lo que llevaba recorrido no se había topado con ningún infectado. Sí habían pasado cerca, pero la nube oscura también los cegaba a ellos. Golpeó sin quererlo, algún que otro miembro amputado a mordiscos que reposaba en el suelo. Torsos con sus dueños vivos, llenos de cólera, alargaban sus brazos, intentándole coger. Era increíble, sin duda, algo que nadie creería. Pero de pronto, vio cinco siluetas que se acercaban hacia él. Aunque llevara poco tiempo las conocía muy bien. Retrocedió. Entonces vio que desde atrás se acercaban otras tantas. Se paró. Apuntó a uno de los grupos. No tenía otra opción, luchar o morir.

Se lanzó a por un grupo disparando a bocajarro, a mucha distancia. Algunas de las siluetas se frenaban y tambaleaban, retomando al instante la carrera. Mientras corría gritaba sin explicación. Tal vez gritar le ayudaba a dejar de oír el sufrimiento del mundo en el que estaba. Tal vez gritar le ayudaba a disparar mejor. No lo sabía, sólo disparaba.

De pronto, una URO llegó desde atrás y barrió uno de los grupos que atacaban al Cabo. Los cuerpos salieron disparados en todas las direcciones, algunos fueron engullidos bajo las ruedas y otros saltaron contra el capó. Aston se alarmó con el impacto y se volvió, viendo ante sí el vehículo. Tres figuras armadas saltaron del mismo y empezaron a disparar a los que se acercaban. Tras una ráfaga duradera, un soldado, provisto de su mascarilla, se paró al lado de Aston.

-Suba al vehículo, Cabo-era un hombre. Aston no reconoció su voz.

Aston corrió desorientado hasta la cabina y entró de un salto en ella. Los disparos no paraban, y cada vez los oía más de cerca. Un soldado se adentró en la cabina y apuntó al exterior. Luego entró otro, y después otro. El primero que había entrado golpeó la cabina y gritó:

-¡Ya estamos!

Tras eso, la URO empezó a moverse. Aston se meneó hacia un lado, golpeándose una y otra vez contra la pared de la cabina. Un soldado estaba parado a su lado; los otros dos apuntaban al exterior.

-No se cansan estos cabrones…-decía uno.

-A la pierna y ya verás cómo no corren más-sugirió una mujer. Después, disparó, haciendo estallar la rodilla de un infectado que cayó al suelo, quedando atrás, aunque sin disminuir su furia.

-¡Buen tiro!-le felicitaba el otro.

-Ya veo a Timmy-sonó una voz desde la cabina de conductor-. Cuando le cojamos, preparaos, tendremos mucha compañía.

La URO se aceleró de pronto, parando de golpe no muy lejos. Los tres soldados disparaban al exterior mientras Aston les miraba atónito. Reaccionó y se sumó a su acción. El polvo que el vehículo había levantado con su frenazo forzoso les dificultaba apuntar con efectividad en el blanco.

-¡Timmy!-gritó la mujer.

Un soldado se acercó hacia la cabina. En su camino fue frenado por unos infectados, con los cuales forcejeó hasta librarse. De abrir el camino se ocupaban los demás. El soldado saltó a la cabina, entrando medio cuerpo. De pronto fue cogido por detrás. Soltó un grito de dolor y golpeó el suelo de la cabina, llorando. Aston disparó y le libró de su captor. Entre todos le cogieron y le subieron. Timmy se tocaba el gemelo, que tenía un buen desgarro en la piel. Sangraba como un cerdo y lloraba, mordiéndose los labios.

-¡Vamos!-gritó unos de los soldados.

La URO avanzó con un fuerte acelerón. Todos se vieron sacudidos con agresividad, cayendo al suelo. Mientras, algunos infectados se habían colgado y estaban subiendo en la cabina de atrás. Aston, al verlos se incorporó con el cuerpo dolorido y se acercó hasta ellos. Golpeó a uno en la cara y cayó rodando, dejando en la cabina parte de la estructura dentaria. Otro se lo quitaron de encima a balazos. En principio no tenían ningún colgado más.

Atravesaron la puerta de salida del Centro Militar y continuaron a más de cien kilómetros por hora, perseguidos por los incansables infectados, que soltaban gritos que incluso llegaban a parecerles palabras inentendibles, pero al fin y al cabo, palabras.

Continuará...

(XV)PARTE II: El Principio del Fin. Apocalipsis.

LLegada fortuita

II

Aston no llegó hasta el científico, pues antes los infectados habían acabado con sus primeras presas y atacaban a más soldados. El Cabo no podía creer lo que su retina estaba captando, y es que cientos de personas, entre ellas militares, con conducta muy agresiva, salían del centro y atacaban a sus soldados con mucha fiereza. Sólo oía gritos, veía muerte, desesperación y mucho dolor. Una ráfaga de disparos rompió su estado de alucinación. Miró en la dirección de los disparos y vio como unos de sus soldados se defendía frente a cinco personas fuera de sus cabales, que se lanzaban hacia él, acorralándole. Vio cómo las balas impactaban contra los sujetos y estos no caían al suelo, con lo cual quedó más ensimismado. Después el grupo tapó al soldado con sus cuerpos, quedando de él los gritos de dolor al ser despedazado.

-¡Aston!-sonó la voz de Matt desde atrás. Después una bala pasó muy cerca de su cabeza.

Pavoroso, se echó las manos a la cabeza; después notó al lado como una persona caía con todo su peso sobre la arena del campo.

-¿Qué cojones pasa?-preguntó Matt al lado del cabo.

-Están locos, joder.

-A la izquierda-le indicó Matt.

Aston se giró y vio como una mujer, al parecer una cocinera, con su traje totalmente ensangrentado, a la cual le faltaba media cara, se lanzaba a por él con los ojos llenos de furia. Sin dudarlo, Aston apuntó y lanzó una ráfaga directa a su pecho. Los agujeros apenas se notaron entre la mancha de sangre que ya llevaba. Además, los disparos no frenaron en absoluto a su atacante. No le dio tiempo a reanudar otra tanda de disparos y la mujer se le echó encima, con la boca abierta, enseñando sus dientes ensangrentados. Cayeron y forcejearon. La mujer le vomitó sangre directamente en la máscara, y la visión ya reducida que tenía, se redujo de tal manera que no pudo ver nada.

Matt, que lo estaba viendo, agarró a la mujer por los hombros y le levantó, dejando libre a su amigo. De repente, la mujer se liberó, se giró y con una ira desmesurada, se lanzó al cuello del soldado. Sus fuertes dientes atravesaron la ropa y mordieron con fuerza su piel. Matt gritó intentando separar a la loca que le mordía. La mujer no se soltaba y se agarraba a él con muchas ansias. En su ataque, Matt perdió la máscara, mostrando otro rostro más de la muerte. Aston se quitó con asco la máscara pudiendo así volver a ver la dramática realidad. Pudo ver el rostro de Matt, lo cual le marcó profundamente.

Pegó una patada a la mujer, la cual salió disparada a un lado. El cuerpo de Matt cayó al suelo, tambaleándose como un gusano. Todo el mundo de Aston se estaba viniendo abajo. Sus soldados estaban siendo masacrados por personas fuera de control y estaban en clara desventaja contra sus oponentes. Ya no servía estrategias ni buenos entrenamientos. Ahora tocaba sobrevivir y eso Aston lo tenía que conseguir.
Miró con espanto el cuerpo sin vida de Matt, y fue retrocediendo, mirando a su alrededor cómo sus soldados caían, y cómo sus únicas soluciones no atajaban a la muchedumbre enloquecida. De repente, la mujer de antes le atacó de nuevo. Recorrió a balazos su cuerpo, y detectó rápidamente su punto débil cuando una única bala impactó en su cráneo, ya que dejó de moverse y cayó redonda al suelo. Sin apenas reaccionar tenía otros dos de frente. Esta vez los derribó con rapidez. Fue retrocediendo, mirando todos los posibles puntos de ataque a su alrededor.
Justo enfrente, Matt se levantó del suelo. Yo no era el mismo, estaba lleno de furia, de rabia, y tenía toda la pinta de querer despacharse con él. Antes de que empezara a correr, le disparó directo a la cabeza. Ya no lo dudó, empezó a correr lejos de la masacre.

-¡Aquí, Cabo!-le gritaban desde no muy lejos.

Unos soldados le indicaban con los brazos que se acercara hasta el helicóptero, cuyas hélices empezaban a ponerse en marcha. Pero de nuevo, toda su esperanza por salir de esa situación se fue al traste cuando un grupo de una decena de infectados se aproximaba al helicóptero siguiendo a tres soldados que corrían, huyendo.

-¡Arriba, arriba!-gritó, desesperado un soldado mientras veía inevitable la llegada de los infectados.

Como era de esperar, los infectados dieron caza a los tres soldados que perseguían; pero además, lograron adentrarse dentro del helicóptero, atacando a los ocupantes. El aparato empezó a levitar, mientras en el interior se disputaba una lucha encarnizada. Aston miraba, casi rozando la locura como los cuerpos de sus soldados y de los infectados caían desde el aparato. A pesar de caer de una altura considerable, los infectados continuaban devorando los cuerpos ya sin vida de los soldados. Aston observaba cada uno de los locos que les atacaban y no fallaban en ningunos alguna herida sangrante o algún miembro amputado, o incluso algún hueso al aire o bien atravesando la piel. Sus alaridos coléricos, con esa intensidad no eran posibles en el ser humano. El Cabo deseaba despertar de esa pesadilla que le estaba desquiciando.

El aparato subió unos diez metros sobre el suelo; pero entonces empezó a hacer extraños movimientos oscilantes. Otros dos cuerpos cayeron impactando con el suelo a una fuerza titánica. Dejó de prestar atención al helicóptero cuando vio arrastrase a sus soldados fallecidos, los que cayeron desde el helicóptero, ya transformados. Estaba absorto en pensamientos inexplicables cuando notó los pasos aligerados y el gemido de gorgoteo de un infectado, desde detrás. Sin poder averiguar hacia qué lado era más seguro apartarse, se volvió girando sobre sí mismo, aferrado con fuerza a su fusil.

Fue una visión rápida. Notó que su cuerpo se frenaba, oyó el crujir de los huesos y una figura cayó a un lado. Entre los borbotones de sangre que derramaba el cráneo pudo distinguir quién era: el Teniente Hopkins. Sumido en su caos mental, el helicóptero empezó a perder estabilidad y estaba cayendo. Definitivamente, una gran explosión que barrió cuerpos sin vida y deslizantes, aconteció posterior al impacto del helicóptero contra el muro del Centro Militar. Aston se tiró al suelo y fue cubierto por una nube espesa, negra como el carbón.

Con la cara clavada en la arena y los oídos puestos en el ambiente, percibió la fiereza con que las llamas rugían. Se levantó intentando salir de la nube tóxica que le cubría. Cuando su visión se aclaró, vio cómo el helicóptero había impactado y bajo las llamas quedaban los restos del esqueleto, deformados por los fulgurantes azotes del fuego. Del lugar del impacto salían cuerpos calcinados, bañados en llamas que corrían en todas direcciones y cuerpos que se deslizaban por el suelo, siendo antorchas humanas.

Continuará...

(XIV)PARTE II: EL Principio del Fin. Apocalipsis.

Llegada fortuita

I

El rugir del motor del helicóptero y el sonido de las oscilaciones de las hélices ya no significaban nada para Aston. Su experiencia en misiones de paz, llevando a su cargo a muchos soldados rasos, había hecho de él un verdadero profesional, volcado siempre en su trabajo. Todos los soldados iban agarrados por el cinturón, y ninguno, excepto Aston, se había levantado de su asiento.

Aston se acercó hasta la cabina para recibir datos acerca de la llegada al centro.

-En cinco minutos estaremos en el objetivo-dijo el piloto.

-Muy bien, buen trabajo-le felicitó Aston, dándole una palmada en el hombro-. Te has ganado unas cervezas.

-¡Fresquitas por favor!-rogaba en tono sarcástico el copiloto.

-Sí, porque ya empieza a notarse el puto desierto-dijo el piloto, riendo.

Aston abandonó la cabina y se fue desplazando casi a zancadas y tambaleos hasta sus soldados. Se agarró a una barra del techo del Super Satllion, y tras sentirse cómodo, les comunicó a los expectantes soldados:

-Váyanse poniendo las máscaras, en menos de cinco minutos aterrizaremos. No tengo que avisarles de nada, saben cómo es el trabajo conmigo, asique cíñanse a los mandatos, nada más. Suerte…

Al instante, todos empezaron a ponerse las máscaras anti-gas y se armaron de valor y ganas como Aston les había inculcado en otras misiones.

Cuando estaban llegando, el aparato volador empezó a frenar en suspensión. Las hélices continuaban moviéndose a la misma velocidad que antes, pero a diferencia, el helicóptero daba vueltas, bajando hacia la marca del helipuerto del centro. Aston estaba asomado a la puerta y el viento del movimiento activo de las hélices le golpeaba el cuerpo, tambaleándole un poco. Tuvo una visión suficiente sobre el centro para ver que algo pasaba allí. No había nadie, no había movimiento, y el Campo de Tiro, donde iban a aterrizar estaba desierto, y a esas horas, era normal que los soldados estuvieran practicando tiro. Con su interior algo inseguro, se puso la máscara y agarró el fusil. Estaban preparados.

Antes de que el Super Stallion llegara a tierra, uno a uno, los soldados fueron saltando y se fueron movilizando como tenían ordenado. En primer lugar tenían que hacer el reconocimiento del lugar. Posteriormente, observarían en detalle. Así lo hicieron, y apuntando con su arma, en formación de ataque, iban buscando algún rastro de vida por el campo. En último lugar salió Aston. Les dijo a los operarios que esperaran ahí, que si pasaba algo les notificaría en todo momento.

El despliegue había sido tremendo y excelente, lo cual hacía notar lo bien que Aston enseñaba a sus soldados. Por un momento sintió orgullo, luego borró ese sentimiento, ya que no debía sentirlo hasta que la misión no hubiese sido un éxito.

-Nada, señor-le dijo un soldado. Por su tono de voz, algo distorsionado por la máscara, pudo distinguir perfectamente que se trataba de Timothy.

Aston asintió y el soldado se marchó, continuando su trabajo. El cabo empezó a andar pasando entre la muchedumbre de soldados que registraban hasta por debajo de los tanques. Aston había estado en muchas misiones y la experiencia le había dotado con la gracia de sentir en el ambiente que algo no andaba bien. Entonces vio un grupo de unos diez soldados agolpados tras la puerta doble de metal, la cual comunicaba con el interior del centro. Un soldado del grupo se acercaba a toda prisa hacia él.

-Venga, señor, tiene que verlo-le dijo a medio camino, y cambió de rumbo, volviendo hacia la puerta.

Aston le siguió, a paso relajado. A medida que se iba acercando, iban notando como el suelo temblaba. Después, a los temblores del suelo le seguían golpes fuertes contra el metal de la puerta. Y más cerca aún, escuchaba cientos de gritos peliagudos. Asomando desde el hueco del suelo, un charco de sangre coagulada les terminó de causar el temor que los demás indicios no habían conseguido.

-¿Qué está pasando?-preguntó el cabo-. Informe rápido, soldados.

-No lo sabemos. No hemos querido hace nada sin su consentimiento-dijo una mujer.

-Cuando llegamos ya se oía este jaleo-dijo otro.

-Es preocupante-susurró uno al lado del cabo.

Aston escuchó más en detenimiento los alaridos que atravesaban el grosor de la puerta y se extrañó muchísimo. Nunca había oído algo así; nunca de un ser humano. No podían quedarse parados, con lo cual Aston tomó la determinación de abrirla. Pero antes de ordenar nada fue interrumpido por un soldado a lo lejos, desde atrás:

-¡Disculpe, señor!

Aston se giró y vio a un soldado que sostenía de las axilas a una persona con una bata de laboratorio, que aparentaba estar muy débil.

-¡Tenemos a uno!

Aston empezó a andar en dirección al hallazgo, dejando a los otros con la duda de qué debían hacer.

-¿Qué hacemos al final?-preguntó un soldado.

-Abran la puerta y calmen a esa gente-les ordenó Aston casi sin prestar atención.

Los soldados atendieron al mandato y empezaron a girar el pomo. Les costó un poco; pero en cuanto una de las puertas cedió un poco de manera normal, ambas puertas se abrieron de manera agresiva. Los soldados retrocedieron, apuntando al interior del centro. Apenas pudieron reaccionar, pues tuvieron encima a cientos de infectados, ávidos de carne humana. Su agresividad había aumentado, y en menos de un minuto habían acabado con los soldados que los liberaron. Los gritos de muerte de los soldados y los alaridos de los infectados alarmaron al resto de los allí presentes, desatando así una batalla campal en toda regla.

Continuará...

A los fans del género, en especial, y a todos en general...

Espero que os esté agradando la novela. Me entretiene mucho escribir, y creo que la mejor manera de ver si a uno se le da bien es haciendolo. Por ello, aquí os he puesto a vuestra disposición mi primera novela de terror, donde plasmo mi verdadera satisfacción por los zombies.
La valoración de público es lo más importante a la hora de sacar adelante un proyecto, así que lo dejo en vuestras manos. Espero que colaboreis.

Atentamente, Fer.


Un pequeño GRAN empujón...

Desde Amanecer Zombie, NEO ha tenido la grandiosa idea de hacer una entrada donde incluye a autores independientes, como mi caso y otros amigos (Plaguelanders, es un claro ejemplo), denominado "Especial Relatos Zombies V 1.0". No lo dudéis, entrar y conocer otras historias. Es una ayuda muy importante, una iniciativa que se valora pero mucho.

¡¡Gracias!!

"Sin palabras"

Un estudioso, es más, un profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, el Dr. Steven C. Schlozman de la escuela de Medicina, no duda de que pueda darse en algun momento un Apocalipsis Z.
Enlace: http://trabucle.com/profesor-de-harvard-un-apocalipsis-zombie-podria-ser-posible/